Unos 150 buzos de todo el mundo participan en estos días en las labores de salvamento del buque trasatlántico Costa Concordia, que ha estado durante 20 meses varado frente a la costa de la isla italiana de Giglio. Solo 5 profesionales del buceo españoles han sido seleccionados para efectuar estos trabajos, y entre ellos se encuentra el roteño Andrés Barba Prieto.
Los buceadores tenían a su cargo la delicada tarea de construir la plataforma submarina sobre la que había de apoyarse el buque tras su adrizamiento, es decir, tras enderezarlo, así como la colocación de los 58 gruesos cables de acero que han realizado la tracción.
La experiencia como buzo de más de 30 años en el ámbito militar, deportivo y comercial de Andrés han sido determinantes para su participación en estos trabajos, así como su especialización en trabajos de reflotamiento de buques. La empresa que lleva a cabo la operación, Titan International, ha realizado un exhaustivo y exigente proceso de selección del personal que ha participado en los trabajos submarinos, y Andrés se siente afortunado de haber podido formar parte de la que pasará a la historia como la mayor operación de rescate naval nunca realizada por la envergadura del buque y su peso, superior a las 144.000 toneladas.
Los trabajos en general han sido complejos. La construcción de la plataforma, la primera parte de la operación realizada por los buzos, ha tenido su dificultad por la propia singularidad de la costa de Giglio, de origen volcánico. Andrés y un pequeño grupo de buceadores llevaron a cabo la labor más delicada y peligrosa: la de pasar por debajo de la estructura del barco, sin dañarla, los 58 cables de acero que posteriormente han sido enganchados a las grúas que han tirado del buque hasta enderezarlo.
"Hemos trabajado a 45 metros de profundidad, con inmersiones de larga duración y en la más absoluta oscuridad", explica Andrés, "inmersiones que luego nos obligaban a estar durante un tiempo en cámaras hiperbáricas para recuperarnos". La operación de colocación de los cables ha sido vital, ya que de ella dependía el éxito de la operación, y se corría el riesgo de dañar la estructura del casco del buque. De hecho, antes de pasar esos cables, del grosor del muslo de un hombre, hubo de reforzarse la quilla del barco con planchas de acero. "Se trata de una operación delicadísima y muy medida, ya que había que evitar que el barco girase hacia el otro lado", recuerda Andrés, que se encuentra de permiso estos días, a la espera de que los ingenieros decidan si los trabajos continúan o el tiempo atmosférico obliga a continuar con ellos en primavera.
Para Andrés ha sido muy emocionante poder formar parte de esta operación, hasta el punto de que asegura de que "habría ido sin cobrar". Recuerda que cuando vio el accidente naval en la televisión, pensó que sería fantástico poder trabajar en el rescate del Costa Concordia "y he tenido la gran suerte de poder hacerlo".
El siguiente paso, tras el adrizamiento, pasa por la colocación de flotadores en la banda de estribor del buque para su reflotación y posterior transporte a un astillero, donde el Costa Concordia será desguazado. Toda una aventura para un roteño que ha podido colaborar en un salvamento que quedará para los anales de la historia naval.