Cuando Luis Planas confirmó días atrás que se presentaba como candidato a las primarias del PSOE, remarcó su decisión con una de esas frases críticas y solemnes que suelen decirse en las películas cuando el protagonista tiene que asumir su condición de líder: “Hay que hacer lo que hay que hacer en cada momento. Haz lo que debas”, dijo el consejero de Agricultura. De hecho, dicho así, entrecomillado, y ocultando su identidad, a cualquiera podría parecerle una de las frases que se pronuncian en la nueva de Star Trek: “No sé qué se supone qué debo hacer, sólo sé lo que puedo hacer”, dice el capitán Kirk antes de subir al Enterprise -si se intercambiara la frase con el candidato socialista, nadie apreciaría el cambio-.
En el fondo, Planas es consciente de que se requiere mucha épica para superar esa ola oficialista a la que va subida Susana Díaz, con toda su juventud por delante, el mejor padrino y salones llenos como para juntar a los invitados de cinco bodas. Más épica que currículum, también es cierto, por mucho que su trayectoria suponga el mejor aval frente al de las siete mil firmas que necesita para certificar su candidatura, y por mucho que lo haya convertido en su argumento de campaña frente a los méritos profesionales y políticos contraídos hasta ahora por la pujante candidata sevillana -al alcalde de Jun, érase un hombre pegado a su iPhone, en todo caso, habrá que agradecerle su voluntad por entrar en el anecdotario político a golpe de tuits en esta Andalucía de la Segunda Modernización que tan bien defiende el aparato socialista sin que todavía hayamos tomado conciencia de lo que significa en realidad, por mucho portátil infrautilizado que repartieran por las aulas de los colegios-.
“Ni monólogos, ni tuits”, ha dicho el consejero de Agricultura: “Mi campaña van a ser ideas y argumentos. Y estoy dispuesto a discutirlo de forma abierta”, aunque en ese duelo a mediodía, como un Gary Cooper en Solo ante el peligro, pueden caer las horas muertas sin que le recojan el guante, por mucho que quiera distanciarse del perfil de hombre de paja con el que le arroparon nada más dar un paso al frente -ahí tampoco le tuvieron en cuenta el currículum. Es la norma. Que se lo pregunten a la generación mejor formada, más preparada y más parada de Andalucía-. A estas alturas supongo que ya habrá comprobado que estamos en el momento Susana, con su “nuevo tiempo” por bandera y musiquita de fondo para conmover los corazones de “los socialistas y las socialistas” -no se le vaya a quedar nadie fuera-.
Entiendo, también, que Planas se haya convertido en el mejor argumento de campaña para quienes necesitan de la confrontación con la Junta y el PSOE andaluz, hasta convertirlo en una especie de aliado y, al mismo tiempo, arremeter contra las opciones de futuro de la candidata oficial -los halagos, en todo caso, son una excusa frente al temor a quien puede esfumar de nuevo las aspiraciones de gobierno del PP en la comunidad-.
Lo que ya no queda tan claro es si se trata de una cuestión de añoranzas o de prejuicios. Añoranzas por un tipo de casta política curtida en tiempos históricamente condicionados, pero en los que la formación humanística era tan prioritaria como la política -de hecho, una llevaba a la otra-. Y prejuicios hacia la casta política cultivada en los partidos mayoritarios durante las últimas dos décadas, donde no han conocido otra cosa salvo el partido, cómo combatir al adversario y a hacer de su vinculación ideológica una profesión.
De una u otra forma, ya sea por añoranzas o por prejuicios, los que salen perdiendo en la comparación son los políticos que piden paso; de eso no cabe duda, aunque tampoco implique que veteranos como José Antonio Griñán hayan descubierto o encontrado razones para depositar sus anhelos en ese “nuevo tiempo” que se arroga Susana Díaz para un partido en plena huida hacia adelante. Nuevamente la épica política como sustento, el corazón frente a las ideas, el futuro como señuelo y la esperanza prefabricada. Y Luis Planas, como el capitán Kirk: “No sé qué se supone qué debo hacer, sólo sé lo que puedo hacer”. El problema es que él viaja en el Enterprise y Susana Díaz en el Halcón Milenario.
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