Aniceto Arbitrario

Publicado: 04/06/2013
En su arbitrariedad, no era capaz de ceder para ganar y se mantenía en la intransigencia para perder, no tenía la suficiente paciencia para aparcar una situación que no veía y retomarla más tarde
Natural de un pueblo de la estepa castellana, rudo y seco como el lugar que le vio nacer, Aniceto siempre tenía para cada situación una doble vara de medir. En sus palabras y actos era excesivo y desmedido, y tendía a exagerar la realidad sin ser fantasioso.

Aquel día  había amanecido como tantos otros, sin ninguna novedad, se encontraba malhumorado y con ganas de liarla, aunque con los años había aprendido a moderar su carácter y controlar su mal humor y  para superar sus miedos y sus fobias  tuviera que abusar de pastillas y medicamentos.

AA tenía una necesidad imperiosa de llamar la atención y acaparar todas las miradas, para lo que  parloteaba día y noche al son que le tocaran los amos del momento, y como eran momentos de incertidumbre, como experto doctor de la rumorología intentaba hacer su agosto y no paraba el ventilador.

En su arbitrariedad, no era capaz de ceder para ganar y se mantenía en la intransigencia para perder, no tenía la suficiente paciencia para aparcar una situación que no veía y retomarla más tarde, y en su falta de control y su incontinencia verbal, no sabía mantener la calma y se dejaba llevar por la ira, sin reparar que podía decir algo de lo que siempre tuviera que arrepentirse.

Se sentía timado y estigmatizado, aunque a los demás , por muy mal que hiciera las cosas, que a veces era evidente, no les admitía criticas , reacciones , oposiciones o revueltas, ya que siempre iba pregonando que era el que más trabajaba, el que más talento tenía y estimulaba el fariseísmo, la adulación y el peloteo.

Estaba tan desorientado que ni el mismo sabía lo que quería, y aunque la suerte  parecía estar de su parte, se quejaba de que nunca le llegaba el reconocimiento a su trabajo e intentaba aparentar audacia y valentía a pesar de que le  tenía pánico al paso del tiempo.

Como su constante referencia era el mismo y sus excelencias,  no sabía muy bien si se encontraba en el punto de partida o en el de llegada, y en muchas ocasiones se veía superado por las pequeñas miserias, las pantomimas y charlotadas.

Tenía que despejar cualquier sospecha y se topo de bruces con la cruel realidad, en la que debía superar las obsesiones que le impedían avanzar, las letanías al pesimismo y la desesperanza, para continuar buscando su camino, sin prisas ni pausas, con calma y tranquilidad.

Se decía una y otra vez ante el espejo, que ya bastaba de mediocridad , que debía entrenarse cada día para ver más allá de las nieblas que todo lo confunden, entre nuestras sinrazones y olvidos , limitaciones y excesos , lo visto y lo oculto , lo sabido y lo ignorado, la vida y la muerte , riquezas y miserias.

Aniceto, sentía una necesidad imperiosa de cambiar de paisaje. Se había propuesto romper con el pasado y afrontar nuevos retos, superar las presiones paralizantes. Afán de  escapar y construir un nuevo mundo   pero no le era posible sin asumir lo pernicioso de la arbitrariedad vivida.

Si quería conquistar el futuro, tendría que admitir su desfachatez moral  de haber pasado hasta entonces por la vida, sin pensar en los demás en la indecencia de un egoísmo en el que todo lo que salía de él  era bueno y lo que los demás pretendían no servía para nada.

Tal vez era el momento de recordar lo decía Roosevelt;”que en la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada”.
                 

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