Se cumplen este año 17 siglos de la promulgación del Edicto de Milán, también conocido como de “Tolerancia al cristianismo”. En efecto, en 313 d.C., Constantino I el Grande y Licinio, cabecera del imperio romano de occidente y oriente respectivamente, firmaron este edicto que permitió la libertad de culto y la expansión de la Iglesia Católica. Los cristianos dejaron de ser perseguidos y se inició así una larga etapa conocida como de “Paz en la Iglesia”.
Era lógica la conmemoración de tal efeméride en Milán, más en concreto en la basílica de San Ambrosio, adonde confluyeron el católico cardenal Scola y el patriarca ortodoxo Bartolomé I en la praxis de la lectio divina. El último tuvo una intervención muy significativa acerca de las perversiones de la libertad que en el presente se nos ofrecen. La libertad es un don muy preciado propio de la especie humana; implica la facultad para decidir por sí mismo y ser dueño de sus actos, con la contrapartida de dar cuenta y responder de ellos. Bartolomé I se lamentó de que muchos hombres hoy día consideran erróneamente que son libres cuando pueden satisfacer indiscriminadamente sus deseos, cumpliendo lo que quieren cuando quieren, sin límites y sin pensar que su libertad termina allí donde empieza la de los demás.
Una de las libertades más seriamente amenazadas es la religiosa. Unos cien millones de cristianos sufren persecución en el mundo. Son especialmente violentos los acosos que sufren en Corea del Norte, Arabia Saudí, Afganistán, Siria, Mali, Kenia y Nigeria. En Europa se pronuncia cada vez más la corriente del secularismo. Como tal, se considera la doctrina que defiende una radical separación de Iglesia y Estado, al punto de convertir la religión en un fenómeno de índole privada, sin expresiones públicas de culto. Cierto que el secularismo no es de ahora: según señala Miguel Ayuso, se inició con la reforma luterana, bien que hoy campa por sus respetos y hace estragos entre muchos antiguos creyentes. No puede negarse, y España es ejemplo de ello, que el número de católicos asiduos practicantes es reducido (entre nosotros, solamente un 15%) y queda acantonado mayormente en la tercera edad.
La izquierda española no ceja en su intento de secularizar al máximo. La condena anticipada de la nueva ley del aborto, ha llevado a Rubalcaba y Lara a comprometerse no sólo a su inmediata abolición en cuanto lleguen al poder, si que también a la ruptura los acuerdos con la Santa Sede. La Ley de Libertad Religiosa propuesta por Zapatero, fue finalmente descartada en pro de un clima de mayor consenso entre partidos políticos de orientación contrapuesta. Pienso que esa fue una de las escasas medidas acertadas del ex líder socialista, pero sus sucesores pretenden dejarlo en mantillas. La normalización en la LOMCE de la asignatura de religión también ha levantado ya polvareda. Quisiera concluir con la palabra lúcida del cardenal húngaro Péter Erdö, que señala: “un principal elemento de la cultura actual, tan presente en Europa, es el rechazo a Dios, considerado muchas veces como algo abstracto o lejano”.
Se impone una nueva evangelización.
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