En el otoño de 2008, la revista de poesía “Piedra del Molino”, daba a la luz dos poemas del poetaNikolaMadzirov. Aquellas versiones que firmaba MarijaKrstevska, suponían la primera muestra en castellano del vate macedonio. Ya entonces, podía adivinarse la fuerza expresiva de un creadorde luminosa mirada, en cuyo discurso lírico sobresalía una singular plasticidad metafórica y una personalísima libertad verbal. En la nota introductoria que precedía a los textos, Goce Smilevski afirmaba que “el sujeto poético de los poemas de Madzirov forma parte de una estructura policéntrica que se expresa en relación con el Otro y la diversidad. Esuna visión parecida a la comprensión heideggeriana del hombre, cuyo establecimiento en el mundo es observado a través de las relaciones que construye con los demás y con el mundo material en el mismísimo interior de la realidad”.
La oportuna y reciente edición de Lo que dijimos nos persigue (Pre-Textos. Valencia, 2013) acerca de forma amplia y homogénea la obra deMadzirov. Nacido en 1973, en Strumica, ha publicado los poemarios, Bajo llave en la ciudad (1999) que recibió el premio “StudentskiZbor” al mejor libro de un escritor novel de Macedonia, En alguna parte, en ninguna parte, premio “AcoKaramanov” (2004) y Piedra trasladada (2007), por el que alcanzó el premio europeo “Hubert Burda”, además del más prestigioso galardón lírico que se otorga en Macedonia, el “Hermanos Miladinov”.
En su prefacio a esta edición que me ocupa, Josep M. Rodríguez anota que el estilo de Madzirov es “denso y a la vez desnudo, sugerente, repleto de imágenes y asociaciones que se quedan marcadas en la piel del recuerdo, como si hubieran sido escritas con fuego candente”.
Al adentrarse en la lectura de estos textos, delicados, serenos, las citadas palabras cobran mayor autenticidad, pues el verso del escritor macedonio se anuda al lector y reclama su atención constante, su común caminar. Hay en el discurrir de la compilación un cierto tono elegíaco, cuando se memora un pasado lejano, mas encendido, y en los rumores que enfrentan esa voz con el momento actual, se dibujan instantes de muy alta y cómplice poesía: “Me separé de mí mismo, para llegar a tu piel/ que huele a miel y viento, llegar hasta tu nombre,/ esa inquietud que me calma,/ abriendo las puertas de ciudades donde duermo,/ pero no vivo./ Me separé del aire, del agua, del fuego./ La tierra de la que me hicieron/ construye mi casa”.
Tiempo atrás, confesaba NikolaMadzirov que lo más importante para él era el silencio y que en los poemas descubre “esa voz que no pertenece ni al aire, ni al papel en blanco, ni al negro de la tinta de la pluma o la impresora”. Y sus líricos silencios, son, en efecto, instantes que invitan a la reflexión, que conducen con mano amiga hasta los territorios de su íntima identidad, que reflejan la devoción por su patria, por su ayer familiar, por su afán creador: “Sólo inventándonos nuevos países/ podremos volver a caminar sobre las aguas”.
Las atinadas traducciones de MarijaPetrovska y Yolanda Castaño, ayudan a captar, aún mejor, los sólidos y solidarios ecos que se desprenden del decir de NikolaMadzirov.
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