Repartir es empobrecer, no es solución. El empresario cabal es el que crea riqueza y desde la dignidad ofrece trabajo; ése es el verdadero tesoro en la sociedad de lo hombres. El clasismo es el que de verdad corrompe porque hincha de vanidad lo humano como la rana de la fábula. Ser rico y clasista no es lo mismo, como ser honesto trabajador y digno ciudadano no lo es tampoco. Hace mal uso de su riqueza el que la usa para crecerse sin las virtudes que adornen la convivencia. A veces olvidamos que se aparta la felicidad cuando marginamos a una masa que no es feliz; o todos la buscan desde su nivel o nadie la alcanza. Nadie la tiene en esta vida, sólo la vemos cuando aspiramos esperanzados.
La esperanza es la importante, según esto. Se pone el hombre en posición de esperar, cuando vive en dignidad aspirando al mejoramiento. Por eso, si se le niega la oportunidad de ascender con su esfuerzo personal, todo se derrumba. Las sociedades que olvidan esto y crecen divididas dejando al margen una masa de ciudadanos, entran en zona peligrosa. O todos somos felices en la esperanza o nadie lo somos, porque está una vez más en la mente de cada cual. La felicidad es un buen sueño que todos deseamos y no puede llamarse así el sentimiento bajo de superar a los demás. El yo soy más sólo trae recelo y destemplanza.
Todos no podemos ser iguales, nos queremos y avanzamos en lo desigual. Sí debe ser igual la oportunidad para que se dé el proceso espontáneo y nadie se sienta desconsiderado. Así es el momento de la evolución y hay que aceptarlo. Algunos aspiran al poder para cegar el camino del ascenso a los demás, ese es el mal de los corruptos: las democracias no nos hacen iguales sino que nos sitúan en la salida sin privilegios, en condiciones de igualdad. Los corruptos acaban por enfrentar a la sociedad porque crean una gran inestabilidad con el descontento.
España está ahora en estas circunstancias. Si la crisis la reparten los tocados crean desánimo e injusticia y conviene acercarse al pueblo limpios de alma para que se acepte el recorte. Será necesario aclarar mucho las conductas para presentarse intachables y esto es casi imposible sin empezar de cero. Por eso hay quien opina con sensatez que será imposible la corrección de errores desde la estructura actual de partidos. Ésta ha traído corrupción y será un error esperar que obren contra su interés. Ignacio Camuñas pone desprestigiadas tanto a la derecha como a la izquierda, de ninguna cabe esperar el cambio. Se hace necesario, dice, volver a la pureza del principio para reestructurar el sistema.
Pero no tiene en cuenta el ex-ministro que el que se ha degradado es el hombre y no cabe esperar regeneración sin una nueva generación ajena a
todo, los jóvenes. Esta es la solución pero se hace difícil, para un adulto enterado como el nuestro, confiar en la juventud. Y nunca falla, son los continuadores naturales, no hay nada que temer que lo harán mejor que sus mayores. Al menos están libres de malos hábitos y deseosos de empezar a vivir. Ojalá nos demos cuenta y les concedamos confianza porque no tenemos otro camino. Los que se han puesto ellos mismos sueldos altos están convencidos de su auto valía y tienden a despreciar a los que llegan detrás, será una lucha interesante que nos pondrá en camino. Igual opinaba el inglés medio cuando bombardeaba Hitler sus ciudades. Esta juventud de discoteca no nos salvará. Y no se lo merecían, pero los jóvenes ingleses en la RAF lo consiguieron. Debemos disuadir de su osadía a los políticos.
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