La crisis económica tiene dramas con nombres y apellidos. Familias que no pueden hacer frente ni siquiera a sus mensualidades de alquiler y que acaban convirtiéndose en pesadillas.
Es el caso de Paolo Luci, un vecino de Tres Banderas que esta mañana ha visto cómo agentes de la Policía Local cerraban la puerta de la vivienda en la que residía desde hace tres años con su hijo de 7 y le cambiaba la cerradura. Él estaba en el comedor social recogiendo alimentos cuando un vecino le alertó de la presencia policial. Rápidamente volvió a su vivienda a sacar lo poco que le ha dado tiempo y lo ha guardado en el cuarto de limpieza de la comunidad. Pero muchas cosas se han quedado tras la puerta, a pesar de que los vecinos se han volcado con él y le han ayudado en todo lo que han podido.
Su historia es como la de otros muchos en nuestro país. Y en Estepona cada vez se dan más casos similares. Llevaba dos años sin pagar el alquiler, porque el único ingreso que percibe son los 425 euros de ayuda familiar. "El primer año de alquiler lo pude pagar, pero después se me acabó el paro y no podía hacer frente a los 360 euros de alquiler. Y dejé de pagar", explica Paolo, a quien el propietario de la vivienda le interpuso una demanda en los juzgados.
Era consciente de su situación, y por ello llevaba ya tiempo buscando un hogar más económico, sin resultados, ya que le pedían siempre una nómina o el pago por adelantado de un año del contrato de arrendamiento.
Intentó también pedir ayuda al Ayuntamiento. Pero por más que pedía una cita con el alcalde, no llegaba… Hasta hace unos días, cuando tras asaltarlo en la inauguración del mural ornamental de la barriada, José María García Urbano accedió a recibirlo en su despacho. "Se quedó con mi nombre y mi teléfono por si podía hacer algo", relata Paolo, que lamenta que el alcalde le dijo que "no hay viviendas de alquiler social en Estepona, solo de Protección Oficial en venta. Así que hay 140 pisos vacíos llenos de cucaracha mientras muchos estamos en mi situación".
Aunque la ayuda municipal no llega, afortunadamente estos casos demuestran la solidaridad de los que menos tienen. Sus propios vecinos no le han abandonado. Esta noche dormirá en casa de uno de ellos. Pero es consciente de que necesita una solución definitiva, y que dormir en casa de un vecino no es más que algo transitorio. Asegura que la situación es desesperante, porque optar a un empleo, a sus 57 años, es prácticamente imposible.
Paolo solo piensa en trabajar, para dar una vivienda a su hijo de siete años. Desde los 14 ha trabajado en la construcción, y tiene a sus espaldas otros 18 años de experiencia como cocinero. Hace un llamamiento público para conseguir un trabajo. Solo así podrá tener accedo a un derecho fundamental: el de tener una vivienda digna.