Guerra de divisas

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En el contexto coyuntural actual en el  que el estancamiento  de las  economías de numerosos países, sobre todo de  la eurozona, parece más que evidente,  algunos  optan por estrategias  de políticas monetarias dirigidas a debilitar su propia divisa con el objetivo de ganar competitividad para estimular sus exportaciones y  generar  mayor dinamismo para su actividad económica.  Efectivamente, los programas de recompra de activos, la actuación sobre los tipos de interés y el mantenimiento de un nivel más amplio de liquidez mediante nuevas emisiones de dinero, son medidas que países como Japón, EE UU e, incluso, Reino Unido, han utilizado últimamente con el objetivo de debilitar  los tipos de cambio de sus monedas.


El tipo de cambio actual del euro ha  experimentado durante el último año una fuerte revalorización con respecto a las principales divisas. Así  la moneda única se encuentra en máximos con respecto al dólar desde noviembre de 2011; contra la libra desde octubre de 2011 y contra el yen desde abril de 2010. Sin embargo esta fortaleza del euro no parece preocupar excesivamente al BCE pues, en su última reunión del jueves pasado atribuyó esa revalorización a la recuperación de la confianza de los mercados en  la aparente calma de la zona, la rebaja de las tensiones sobre los diferenciales de la prima de riesgo de Italia y España y, en definitiva, en su valoración de su mejor  situación macroeconómica.  Estos criterios, manejados por el BCE, no son más que la continuación de los que sostiene Alemania donde, según manifiesta el  portavoz del gobierno de la Sra.  Merkel,  esta sobrevaloración del euro compensa la depreciación  sufrida durante la crisis de deuda.  La coincidencia de ambas posturas supone, en mi opinión, una prueba más de que el BCE conduce  la política económica de la eurozona ateniéndose a los criterios de conveniencia coyuntural que requiera Alemania, sobre todo si tenemos en cuenta que la opinión de otros países, como  Francia, con  la que confluyen Italia y España,  según manifestaciones de su presidente,  defienden  la aplicación de estrategias  tendentes a  acordar un tipo de cambio  a medio plazo para el euro y actuar en  los mercados globales para proteger sus intereses.  En cualquier caso, no cabe la menor duda de que una depreciación en el tipo de cambio del euro contribuiría a incrementar las  exportaciones y  junto a políticas más expansivas, sobre todo incentivadoras del  consumo interno, supondrían una ayuda inestimable para estimular sus economías.


Por regla general  las  discrepancias en el seno de la UE  en la aplicación de las estrategias globales de cualquier naturaleza  se sustancian  asumiendo  los criterios de Alemania, como se  ha demostrado en repetidas ocasiones,  lo que, en mi criterio,  no deja de suponer un hándicap para reafirmar la UE.  La cuestión estriba en considerar si, a pesar de contravenir en ocasiones los intereses de otros países, debemos aceptarlo  como un mal menor imprescindible para la continuidad  de la Zona.

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