¡Feliz año nuevo!

Ahora, en este 2013, todo parece posible, porque uno presume que más que al cambio de calendario, asistimos a un cambio de viento

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Sobre el adoquinado del centro no quedan ya ni los restos de los caramelos que Melchor, Gaspar y Baltasar regalaron a los jerezanos en la tarde del pasado 5 de enero y el nacimiento de Cristina ha vuelto ya a eso que pomposamente se llama Taller de Fiestas -otrora sede de Viguetas Castilla-. Queda, eso sí, que Ximénez retire guirnaldas de luces que, más apagadas aún que en los días propios de la Navidad, cuelgan todavía en algunas calles. Por eso, ayer mismo, me sorprendió cómo un señor mayor saludaba de acera a acera con un efusivo “feliz año nuevo”. Y entonces le entra a uno la duda de saber hasta cuándo es necesario cumplir con el rito del primero de enero, de determinar si acaso existe alguna barrera temporal que marque el fin de fiesta.

El año nuevo no marca nada. Sí lo hace, sin embargo, el viento o, a mejor decir, la corriente. Un buen día -o malo, según se mire- cambia el aire y lo que se antojaba improbable se convierte en verosímil. Casi nunca se sabe por qué. Pero ocurre. De un tiempo a esta parte se vienen produciendo una serie de sucesos insospechados. El último de ellos viene dado por la milagrosa aparición de una empresa interesada en asumir la gestión del ciclo integral del agua, después de que los dos concursos anteriores debieran declararse desiertos. El tiempo dirá si esto es regular, malo o peor. Pero eso no quita para que el Gobierno esté muy cerca de sacar adelante una operación que consideraba clave para el futuro económico del Consistorio.

Sueña García-Pelayo con la posibilidad de que, detrás de Aqualia, aparezcan otras empresas fuertes dispuestas a asumir la explotación de servicios ahora en manos de chiringuitos que mes a mes evidencian su insolvencia pagando tarde y mal a sus trabajadores. Ahora, en este 2013, todo parece posible, porque uno presume que más que al cambio de calendario, asistimos a un cambio de viento. Y las rachas, ahora, soplan a favor de los intereses del Gobierno, que a veces coinciden -y a veces quizá no tanto- con los legítimos de los ciudadanos.

En apenas una semana, el TSJA abordará la demanda colectiva que trata de tumbar el ERE que afectó a 260 trabajadores municipales. Buena oportunidad para comprobar si el viento ha cambiado de veras y a quién reserva una felicidad que, en todo caso, nunca será completa.

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