Patio de monipodio

La Administración necesita dinero

¡Huyamos! Cuando las administraciones se ven faltas de fondos, ya no se conforman con arruinar pequeñas empresas, como ocurre habitualmente con el viejo truco de demorar pagos...

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¡Huyamos! Cuando las administraciones se ven faltas de fondos, ya no se conforman con arruinar pequeñas empresas, como ocurre habitualmente con el viejo truco de demorar pagos. Ya no se quedan en la imposición desaforada de multas. Se mantienen organismos inútiles que gastan inútilmente, léase Senado, delegaciones de gobiernos y diputaciones, entre otros; y boatos más inútiles aún, como los de alguna embajada. No extraña la -seguramente- equívoca afirmación, de mantener diez veces más funcionarios que Francia, para, encima, funcionar peor.

Pero esos funcionarios ya están haciendo falta. Porque se ha hecho recaudador a todo el mundo, guardia civil, policía local y sus uniformados imitadores, multadores de coches estacionados en la calle, También son necesarios todos los funcionarios, porque debe dar mucho trabajo rebajar los ingresos de viudas, huérfanos, parados,dependientes y abuelitos. Menos mal que aquí casi nadie reclama -por no decir nadie- casi nadie protesta debidamente, es decir, fuera de su círculo familiar y vecinal. Y quien protesta es el “malo”, objeto de persecución. Sumisión a la que se ha llegado por la doble vía del limitado bienestar vivido hasta hace poco y del conformismo fabricado a fuerza de imposición arbitraria y, para algún rebelde que pudiera quedar suelto, a fuerza de fuerza. Represiva.

Error craso el de las llamadas “de seguridad”, asegurar únicamente la de los creadores de un problema económico que ellos también están sufriendo. Aunque menos. No debería ser por eso.
A lo mejor no estamos siendo justos. En la situación actual, no sólo están viéndose beneficiados los bancos y sus propietarios principales: compradores de oro, empeñadores, prestamistas usureros, arrendadores. Todos cuantos dejan los escrúpulos en el vestíbulo al salir de casa, están viendo crecer considerablemente sus cuentas de resultados; a ver si algún día comprueba Hacienda el resultado de sus cuentas. Será que todos debemos hacer un sacrificio para que esos “pobrecitos” mercaderes puedan acercarse remotamente a los grandes creadores del gran problema, del insoportable problema que nos obligan a soportar. De todos modos, es para temblar, es de vergüenza ajena (la única posible) la falta de escrúpulos de quienes están llevando a cabo estas acciones y estos negocios. Solamente un estómago a prueba de bombas puede discutir, anular o disminuir la ya de por sí escuálida prestación a un parado o a un jubilado.

Para unos y para otros, para todos, es obligado recordar el derecho de negarse a cumplir las órdenes que repugnan a la moral. Sálvense todas las distancias que se quiera, pero recuérdese que los acusados en los juicios de Frankfurt no alegaron “obediencia debida”, experiencia adquirida, porque esa misma alegación, utilizada masivamente, no les sirvió de nada a los de Nüremberg.

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