Entre sollozos negó cada una de las acusaciones del fiscal y la acusación particular y reiteró en numerosas ocasiones que todo lo relatado por su hija no es verdad, informaron a Efe fuentes cercanas al caso.
El juicio comenzó ayer en la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Málaga a puerta cerrada y según el escrito acusatorio del fiscal, el agente se enfrenta a una petición de 24 años de cárcel.
Por su parte, la hija ratificó todos los extremos de la denuncia y afirmó que desde los 8 años ha sufrido numerosas agresiones y abusos por parte de su progenitor.
En los pasillos de las dependencias judiciales estuvieron en todo momento amigos y familiares del guardia civil, entre ellos su esposa, que apoyan y avalan la versión del agente.
Una facultativa que ha tratado a la joven tuvo que comparecer como testigo en la vista oral y durante su declaración aseguró que en la exploración médica realizada por ella hace años no se detectaban posibles abusos sexuales.
Por su parte, el ministerio público entiende que la niña ha sufrido un "calvario" desde los 8 años y que padecía las agresiones dos ó tres veces por semana.
El agresor "abusaba" presuntamente de su autoridad y del "respeto que a su hija le inspiraba la figura paternal" y, para conseguir sus propósitos generó "un terrible miedo en la misma".
Debido a ello, la chica intentó suicidarse varias veces sufriendo cuatro intentos de autolesiones y estando ingresada por ello, hasta que a los 21 años se marchó de casa e inició un tratamiento como víctima de delitos sexuales y violación.
La acusación del Ministerio Fiscal
El fiscal también pide que el acusado, que se enfrentará a los delitos de abusos y agresión sexual continuados, indemnice a la víctima con 60.000 euros.
Según el escrito acusatorio, cuando la niña tenía 8 años el padre presuntamente comenzó a realizarle tocamientos en la zona genital mientras dormía.
Cuando cumplió los 9 años, el padre supuestamente comenzó a introducirle los dedos en la vagina, conducta que repetía varias veces a la semana.
A los 11 la enseñó a masturbarle, normalmente en el cuarto de baño, dos o tres veces por semana; en ocasiones, la amenazaba con no dejarla salir de casa y le llegó incluso a poner las esposas en alguna ocasión.
En una de las agresiones, una noche de Reyes, la penetró analmente y la obligaba varias veces a la semana a masturbarle.
A partir de los 12 años, comenzó a exhibirle películas pornográficas "con el fin de que ella aprendiese de las mismas los actos y sonidos que se veían".
Una vez cumplidos los 21 años, su padre comenzó a intentar penetrarla vaginalmente, pero no lo consiguió nunca debido a la oposición de su hija, que finamente abandonó el domicilio e inició un tratamiento como víctima de delitos sexuales y violación.
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