"La vida de Pi" apabulla visualmente. Tiene algunas de las imágenes más bellas que se hayan rodado en el cine, pero su fuerza depende demasiado de que el espectador tenga una cierta sensibilidad por las historias de superación y por la relación con los animales.
Basada en el "best-seller" del canadiense Yann Martel, la película se mueve en un terreno movedizo y podría haber caído fácilmente en lo sensiblero, pero de eso escapa Ang Lee, que demuestra su habilidad para contar historias al límite, como ya demostró con "Brokeback Mountain".
Un joven debe enfrentarse a un cambio total de vida a través de una mudanza que le debe llevar de la India a Canadá pero que se frustra cuando el barco en el que viaja con su familia naufraga. Y los únicos supervivientes son él y unos cuantos animales, entre ellos un tigre de Bengala que atiende por Robert Parker.
La película cuenta con un precioso y preciosista comienzo en el que se narra la vida de la familia en la India -incluida la surrealista y divertida historia que llevó al protagonista a llamarse Piscina (más tarde abreviado en Pi)-.
Imágenes sacadas de postales antiguas, colores pastel y personajes especiales hacen pensar en una historia muy diferente a la que después se desarrolla.
Tras el breve paso por el barco -con cameo de Gérard Depardieu- la película se centra en la supervivencia de Pi, interpretado por el debutante Suraj Sharma y de Richard Parker, un tigre generado por ordenador con la técnica de 'motion captura', es decir, en la que se usan animales reales para copiar hasta el más mínimo detalle de sus movimientos y reacciones.
Una técnica prodigiosa que da como resultado un tigre absolutamente real y que por momento incluso parece más vivo que el joven protagonista de "La vida de Pi".
A eso se añade una labor espectacular del director de fotografía -el chileno Claudio Miranda- que sitúa la acción en el medio del océano, cuando en realidad se rodó en un enorme tanque de olas en Taiwán.
Y todo ello rodado en 3D, en el mejor exponente de lo que esta tecnología puede ofrecer al cine, muy superior en calidad y mucho más sutil al que utilizó James Cameron en "Avatar", hasta ahora el rey de este sistema.
Porque si en algo destaca "La vida de Pi" es en el envoltorio mas brillante y bello que se puede imaginar. Peces transparentes en ocasiones, luminosos en otros; cielos cuajados de unas estrellas sacadas del mejor cine de animación; luces y colores que transportan a un mundo de fantasía.
Todo con un aspecto rotundamente real.
Más allá de esa estética queda una historia espiritual, exprimida al máximo y alabada por muchos en su versión literaria.
Pero a la que le falta la sorpresa de un final que se conoce desde el inicio y la tensión de una historia de la que se pueden suprimir muchos minutos sin por ello perder el hilo argumental.