Anne Germain, la médium más televisiva del momento, es capaz de provocar llantos desconsolados a su entrada en el teatro Villamarta, donde es aclamada como una estrella, y hasta risas y caras de circunstancia en los más incrédulos, que también los hay y muchos, aunque se den cita en un espectáculo “único e irrepetible”, como así había descrito minutos antes el presentador de este show, César Heinrich, antes de anunciar su llegada. El patio de butacas no se llenó en la primera función (sólo se habilitaba este espacio), pero teniendo en cuenta que de la fila 1 hasta la 15 costaba 80 euros, y que las siete primeras estaban completas, ocurriendo lo mismo desde la 16 en adelante (50 euros), el tirón de la inglesa es más que notable y más en los tiempos de crisis en los que estamos. Mientras tanto, en su país sigue pasando por una persona anónima.
Tras el video de presentación para que los invitados conocieran el mundo repleto de amigos invisibles de Anne en el que se crió, donde se contaba que fue una guía espiritual la que hizo que pasara de considerarse un bicho raro a reconocer su don a los 15 años, llegaba el momento de la verdad. Luces apagadas y todos los focos para la estrella de Más allá de la vida, a la que muchos querían tocar como si de una divinidad se tratarse. Ella, de rojo absoluto, respiraba hondo, como si fuera la primera vez que afrontaba un espectáculo de este tipo mientras otros derramaban lágrimas a su paso. Ya en el escenario entonaba un “buenas tardes Jerez”, lo único que dijo en castellano, el resto corrió a cargo de su traductora.
Pero además había que saludar también a unos espíritus, “muy entusiastas y que gritan mucho”, para lo cual pidió a los presentes que alzaran los brazos y los agitarab “porque hoy no habéis venido solos”, decía. Prácticamente todo el teatro seguía a rajatabla las instrucciones y realizaba una especie de ola masiva para recordar a sus seres queridos, entre los que también había “muchos perros” y “con gases”. Pero antes de entrar en faena, un guiño a los que últimamente han dicho que su espectáculo es un tongo y que pacta previamente con los interesados lo que les va a decir. Anne Germain bajaba entonces al patio de butacas del escenario (no lo volvería a hacer hasta marcharse) y pedía a una espectadora que comprobase entre el pelo y su cuello, sin cortarse, si tenía pinganillo. Negativo.
Llegaban las indicaciones de la dinámica del show. La vidente iría señalando desde el escenario a César dónde se tendría que dirigir y dos cámaras acudirían hasta el lugar para enfocar al elegido, apareciendo su rostro en la pantalla gigante del escenario. Una vez allí, con micro en mano, seguiría atentamente lo que le tendrían que contar. Desde ese momento, la británica advertía que podrían darse casos en los que los mensajes que trasladara se entremezclaran con los del acompañante del elegido u otros de la sala, y digamos que a esto fue a lo que se aferró durante las dos horas y media cada vez que había un “fallo de conexión”. La respuesta de la estrella de Telecinco era siempre la misma: “no te preocupes si no te encaja ahora, que ya te encajará cuando llegues a casa y lo consultes con la familia”.
caras de angustia
La primera en romper el hielo era María del Mar. La escogida estaba en las últimas filas y las caras de angustia se repetían hasta que la vidente terminaba de ubicar al seleccionado a base de descripciones. La gran pantalla era testigo de la expectación de los rostros, la mayoría ansiosos por estar entre los 10 elegidos. Nada más confirmarse que era ella la escogida, arrancaba a llorar y sorprendentemente también lo hacía no solo su acompañante sino algunos de otros asistentes que no la conocían de nada. “Un caballero quiere hablar contigo. Tiene un bebé que no llegó a nacer”. Sorpresa en el rostro de la mujer, que no conseguía relacionar lo del bebé. A continuación, hablaba de varias fechas importantes. “¿Es su padre o su abuelo? Mi padre, confirmaba la elegida. “Eras el ojito derecho de papá”. Más lágrimas.
Posteriormente, cuando el presentador entrevistó a algunos de los afortunados, la mujer explicaría que había “acertado” y que su hijo cumplía años el mismo día que su progenitor, de ahí que le hablara de muchas velas. Lo del bebé era por una prima, ahora caía. Después el seleccionado estaba en las primeras filas. Era un chico joven que había venido con su madre. A él le habló de un abuelo o un tío abuelo, para decirle que alguno de estos dos últimos “tiene más barriga que tú”. El joven, que no terminaba de estar cómodo, asentía con un “puede ser”, cuando le preguntaba si iba bien encaminada. Luego le hablaba de cuatro personas, entre las que mencionaba otra más joven. Otro “puede ser” del chico, que empezaba a poner cara de pocos amigos, daba pie a la médium a preguntarle si estaba decepcionado por no haber podido hablar con el ser querido que esperaba.
Al preguntarle con quién venía y ver el rostro de su madre, era casi de cajón: “Dile que tu padre sigue tan guapa como el primer día que la conocí”. Tanto él como el resto se llevaron una medalla de un ángel de planta de recuerdo que a la salida del teatro podría adquirirse por 10 euros. Pero, sin quererlo, el protagonista del show fue Juan Carlos. Asistió con su pareja y su hermana y como él mismo aseguró “conmigo ni ha empezado. No ha dado ni una”. Y es que la vidente, poco precisa, no atinó y al final acabó achacándolo todo a una especie de confabulación del propio interesado, al que dijo claramente que estaba retando a los espíritus.
Primero habló de la presencia de un tío suyo mayor de unos 76 años “que partió de forma muy rápida”. Por la cara de asombro de Juan Carlos, parecía que la guía espiritual seguía sin acercarse. “Es que no hay ningún tío muerto en mi familia”, decía con apuro. “Sería más fácil que los espíritus fueran como una ciencia”, añadía ella entre risas y acordándose de su familia.
A pocos metros de Juan Carlos, el otro extremo: “Llamad a sus espíritus que es verdad”, decían entre lágrimas a la gente que aguardaba fuera el comienzo del segundo pase dos amigas emocionadas. Sus espíritus, según la médium, se habían mezclado. “Dile a mamá que no hubo dolor, y dile que sí, que sé que el ordenador sigue sin funcionar bien, y que la impresora necesita tinta”. Este fue otro de los mensajes dirigido a una chica joven y su tía que más lágrimas provocó en la sala.
Fue el espectáculo de los contrastes, ya que mientras muchos no dejaban de llorar a moco tendido y salían idolatrándola pese a que más que acierto hubo obviedades, a otros sus acompañantes les tenían que reñir para que dejaran de hacer chistes. Y es que la médium casi les daba pie cuando se refirió a la presencia de espíritus de “gatos anaranjados”. “¿Será Isidoro o Doraemon?”, decían entre risas.