Tengo un amigo que es capitalista. Él no se corta y hasta vacila con ello, y esto que mi círculo es de gente trabajadora y hasta hay alguno de esos animalistas que reniegan de la Fiesta, de sus sangres y sus luces, de sus machos, sus alamares y sus oros.
Mi amigo es capitalista y dice él que lo es porque es artista.
Alguna vez me refirió en abril, en Sevilla, o ya en mayo y en Jerez -que más allá de ahí mi amigo no se da al vagabundeo de plaza en plaza- que ha llorado de emoción ante al aplauso cerrado de los tendidos y bajo la criadilla de un Tomás, de un Manzanares o de un Juli que, según él dice y bien lo tendrá testado, palpitan éstas con mas corazón según sea la edad del maestro y en razón inversa de ella.
Mi amigo lo es de criadilla en sus años, adulta pero joven, así hay que señalarlo y él lo admite y lo indica y hasta entra al detalle al señalar cómo las que le son propias a diestros de mayor y más respetada edad, sean de Paula o Romero, o aquellas que lo fueron del recordado Chenel, además de ser esos maestros de hacerse mucho de rogar para ser montados, palpitan poco y hasta alguna vez hubo de soportar mi amigo cómo el valiente se iba del de atrás y dejaba algún aire, de pura confianza que, con el sofoco, dejaba el cátedro sobre su servil cerviz de capitalista.
Puestos al detalle y por entrar en lo escatológico, a mi amigo no le duelen prendas reconocer que, por contra, tampoco le van los toricantanos -sus criadillas, diría yo, que mi amigo, según dije, ejerce su pasión de artista debajo de ellas- y hasta alguna vez me tiene reconocido que, tras tarde de gloria y polvo en una de escuela taurina, hubo después de darse friegas de vinagre en el cogote, porque le quedó como untado de melaza y olor a lejía que era un clamor.
Aún con estos inconvenientes, que él por tal los tiene, mi amigo lo hace por el arte y no se hará rico con este género de ir de Feria en Feria, porque, y es así de general, en el callejón se dan cita varios o muchos que, como él, son capitalistas y como él claman o se dan codazos por izar al triunfador de cada tarde sobre su nuca.
Mi amigo no se hará rico de estas -ya dije-, ni tan siquiera es profesional taurómaco sino sastre y aún cuenta con delectación cómo estando de buena mañana en San Jorge, del lado de Triana, y entregado a la cruzcampo, de vestuario casual de estar por casa y cerca de donde el Pasmo mira de frente a la Maestranza, fue abordado por Curro, que le dio las llaves de su coche, 4x4, teniéndole por aparcacoches. Mi amigo, que siempre fue hombre de no dejar pasar una buena oportunidad, lejos de afearse por el equívoco del de Camas, templó el error y, por el arco de la Inquisición que aún por allí se alza, llevó el vehículo junto al río que, como nunca, ni por Manuel Molina, tanto y tan bien le supo y olió a Romero.
“Hay gente pa to” dicen que dijo El Gallo. Hasta para capitalista.
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