En medio del debate abierto tras la idea del Ayuntamiento de Sevilla de colocar un azulejo en medio de la zapata de la calle Betis, con la oposición de un buen número de vecinos y expertos que piden una actuación integral para todo este área, aparecen de nuevo en el puente de Triana los famosos candados del amor que periódicamente hay que retirar, provocando una nueva agresión a uno de los mayores símbolos de la ciudad y a un monumento que, no lo olvidemos, es no sólo Bien de Interés Cultural, sino Monumento Histórico Nacional desde abril de 1976.
A Federico Moccia se le ocurrió que los protagonistas de su novela “Tengo ganas de Ti” sellaran su amor con un candado en el puente Milvio, de Roma. Como la gente tiende a copiar y a crear modas que rozan el absurdo, el susodicho puente se llenó en poco tiempo de candados de la más diversa índole, hasta el punto de que una de las farolas que lo iluminaban se desprendió por el peso... El absurdo, como suele ocurrir con estas cosas, se trasladó a numerosos lugares históricos del mundo, provocó que París declarara esta costumbre una “violación contra la protección del patrimonio” e incluso a alguien se le ocurrió abrir una página web que contabiliza el sellado metálico del amor: http://www.federicomoccia.es/candado.php.
Como Sevilla es histórica y tiene también un puente simbólico, desde hace cinco años periódicamente debe hacer frente al problema: retirar los candados que no sólo afean un monumento histórico, sino que también son un ejemplo de falta de respeto al patrimonio. El amor es también sufrimiento, lo sabemos, pero cada vez que tienen que retirar las pruebas de las parejas de enamorados -la mayoría de ellas extranjeras, aunque tampoco se escapan los nacionales, turistas que quieren dejar su sello agresor a su paso por la ciudad- el puente de Isabel II sufre las consecuencias... Porque retirar los metálicos símbolos obliga a cortar los candados, y es inevitable que queden restos de la actuación de los operarios, que se realizan en función del volumen que se detecte. En enero del pasado año, sólo en un día, se retiraron 2.500 candados, y la periodicidad con la que los prendidos de Cupido vuelven a insistir en el absurdo del fenómeno Moccia, deja su huella en el hierro forjado, patrimonio de Triana, de Sevilla y monumento nacional, como se puede apreciar en la fotografía.
Claro que el fenómeno no se queda sólo en la pasarela que une-separa (depende de a quién se le pregunte) Triana de Sevilla: el puente de San Telmo, especialmente la barandilla que mira hacia el puente de Isabel II o a la Torre del Oro, según elijan, también tiene sus ejemplos de enamorados, y en menor medida, otros puentes sevillanos, en proporción al número de turistas que pasan por ellos y lo cerca o lejos que haya una tienda donde comprar la prueba del enlace amoroso.
Como todo, la educación es la base para modificar conductas que agreden a la sociedad o a su patrimonio, aunque al turista ajeno a los vaivenes diarios de la ciudad, además de cegado por la pasión y las hormonas, es difícil hacerle ver que daña un verdadero monumento, pero también sirven los carteles, los avisos en las guías, la ausencia de candados -para evitar el efecto imitación- o las advertencias policiales y coercitivas, llámense multas, que éstas, con el boca a boca, como la moda de los candados, también circulan muy rápida y efectivamente.
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