Se imagina por un momento que la capital de su país, por ejemplo, fuera una apacible y tranquila ciudad antigua? Eso es algo que, los suizos, no tienen que imaginar. Su capital, Berna, elevada por la Unesco a Patrimonio de la Humanidad en la década de los ochenta, es una preciosa ciudad medieval que ocupa una península rodeada íntegramente por un meandro del río Aare, que confiere a Berna una peculiar forma de “U” convirtiéndola visualmente en casi una isla. Cuenta una leyenda que Bertoldo V, el poderoso conde de Zähringen, fundó la ciudad en el año 1191. Para bautizar a la nueva ciudad, el Conde prometió que tomaría el nombre del primer animal que fuese cazado. Al ser un oso el primer animal capturado, la ciudad tomó el nombre de Bërn, “oso” en el dialecto local de la época.
La ciudad antigua de Berna tiene su espina dorsal en la calle peatonal que se llama Marktgsse en un tramo y Kramgasse en otro. En ambos extremos de esta vía tan transitada por peatones y tranvías, se encuentran la estación de tren por un lado y el Barengräben, o Foso de los Osos, en el otro. Tomadas estas referencias, conocer la vieja ciudad de Berna es una fácil tarea cuyo único trabajo consiste en caminar tranquilamente visitando todos los puntos importantes que esta maravilla de la humanidad ofrece.
El Barengräben es una pequeña reserva junto al Aare donde se encuentra siempre, y desde 1840, una familia de osos. Particularmente, yo no soy muy partidario de la privación de libertad para ningún animal, y aunque este mini-zoo de osos, es la más viva representación del escudo de la ciudad, muchos nos preguntamos si a los osos les gusta estar ahí. No obstante, es un hecho que las autoridades locales miman mucho a estos animales: no hay por mi parte ningún reproche en este sentido.
Siguiendo por la Kramgasse en dirección a la estación de tren y a un par de cientos de metros de los osos y hacia la derecha está el Ayuntamiento o Rathaus, un edificio del 1414 construído sobre los contrafuertes de la ciudad. En los aledaños del Ayuntamiento, no se pierda la farmacia del Rathaus, un establecimiento apotecario que combina lo más moderno sin dar la espalda a su origen centenario.
Aproximadamente a la misma altura del Rathaus y regresando a la calle peatonal, donde encontrará casi cada 200 metros una fuente antigua con su correspondiente estatua -la mayoría del siglo XVI y XVII-, hacia la izquierda llegará a la Munsterplatz o plaza de la Catedral. Construída entre 1421 y 1596, la Catedral de San Vicente pasa por tener uno de los campanarios más altos en todo el país. Con aproximadamente 100 metros de altura, el campanario brinda una visión única de la ciudad que merita, y mucho, subir y bajar los 272 escalones que hay por camino de acceso.
De regreso a la Kramgasse y siguiendo como siempre en dirección a la estación, podrá ver la Torre del Reloj, también llamada Zeitglockenturm. No apure hasta la hora en punto y esté un poco antes ya que cuatro minutos antes de las horas en punto, el reloj astronómico de la torre y su carillón formado por una pequeña corte de personajes, celebran las horas en punto con una pequeña coreografía. El reloj era una antigua puerta de la muralla, si bien hoy, a usted le parecerá simplemente un pasillo. Encontrará el reloj con toda seguridad: siempre que he estado en Berna, hay un grupo de japoneses filmando el carillón.
A medida que se acerque a la estación, y de nuevo hacia la izquierda, encontrará el Bundeshaus o Palacio Federal, edificio de inspiración renacentista del 1902 que alberga ambas cámaras legislativas suizas y que, cuando no hay sesiones, se puede visitar. En los restaurantes de las cercanías del edificio, siempre podrá encontrar a parlamentarios y parlamentarias, siempre accesibles al pueblo.
Suiza, como país en que casi todas las decisiones se toman en referéndum, tiene la política como una actividad prácticamente amateur. Estoy seguro de que si le preguntan los nombres de los presidentes, jefes de estado o primeros ministros de países de nuestro entorno cercano como Francia, Italia, Reino Unido o Alemania, la respuesta será fácil. No obstante, ¿sabe quién es el presidente de Suiza? ¿Y el ministro de Asuntos Exteriores? Efectivamente, hasta aquí llega la tradicional discreción de los suizos.
Sin querer proponerle ahora ninguna lista de museos, algo que voy a dejar a su elección, sí que me gustaría sugerirle que una vez haya completado el “tour” de Berna, deambule por los más de seis kilómetros de soportales de la ciudad. También llamado “Lauben”, las arcadas de Berna datan del siglo XVI-XVII (como las fuentes) y es la galería comercial al aire libre más larga de Europa. Concebida como una protección del riguroso clima invernal, el recorrido por el Lauben de Berna es una grata sorpresa con multitud de tiendas, cafés y restaurantes al paso. Como últimos apuntes en Berna, no se olvide del Teatro Municipal junto al Puente Kornhaus ni el Rosengarten o Jardín de Rosas: ofrece una vista increíble sobre Berna.
Una buena fecha para conocer Berna es el cuarto lunes de noviembre ya que se celebra la Zibelemarit, la gran fiesta de la cebolla. Para acabar en Berna, la capital de Suiza, nada mejor que una fondue de queso con vino blanco.
INFORMACIÓN PRÁCTICA
Cómo llegar: Aparte de su propio aeropuerto, Berna dispone de Zurich y Ginebra como enlaces cercanos.
Cómo moverse: En el centro de Berna a pie, aunque hay que recalcar que el transporte público es perfecto en Suiza.
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