Ellos, que legislan pensando en su billetera o en las cuentas de sus poderosos amigos y que ahorran siempre en todo aquello que no les afecta y casi repudian, que son capaces de dejar sin cama a los enfermos y de concederles hasta el despido si reinciden, esos, que no dudan en liberar a cualquier empresa o entidad bancaria de cualquier cargo o responsabilidad por su mala gestión, de condonar sus deudas o pagárselas y que a la vez deniegan la única salida digna a tantas familias con problemas y rechazan la dación en pago en el congreso, doblando así la deuda y el desánimo de su pueblo; ellos, que han plagado una reforma laboral de minas anti-persona, que no les importa retroceder a un pasado equivocado mientras eso les lleve al futuro que ansían y a las influencias que negocian, esos, que de sus programas sólo esperan sacar votos y ningún compromiso, que en campaña prometen generosamente sabiendo de antemano que no van a cumplir con lo que dicen, esos, tan acostumbrados a la mentira que mienten hasta para decir la verdad, que simulan ante las urnas capacidad y luego fingen durante su mandato estar maniatados por la realidad, esos, que sólo parecen sensatos antes de las elecciones y luego si las pierden. Ellos, esos, nos hablan ahora de violencia estructural como si se tratase de algo nuevo y les fuera ajeno.
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