Esta tercera obra de Jesús Soto se adentra en un abanico de toreros de diferentes personalidades tocados por” ese soplo “, sólo reservado para elegidos. A través de sus páginas salpicadas de lirismo aflamencado, ofrece el poder misterioso que envuelve el arte. La fusión del sufrimiento, la angustia, el triunfo, el duende, el son, hacen realidad el clamor o la espantá. El autor logra en la lectura de esta obra hacer soñar ese toreo eterno de Curro Romero y Rafael de Paula o viceversa, del que se considera “paulista por los cuatro costado y currista por sentimiento”. Recuerda los sonidos de la tardes triunfales del camero en la Maestranza . Igualmente nos cuenta como “un día en una taberna sevillana mirando largo tiempo una fotografía de Pepe Luis Vazquez lanceando a la verónica, se recreó en la noche de los sueños, reviviendo esa tarde perdida en el tiempo.
Junto a Curro y Rafael figuran en ese abanico de toreros de los que siempre queda el arte, al margen de números y estadisticas, como son Rafael El Gallo, Joselito, Juan Belmonte, Manolete, Alvaro Domecq, Pepe Luis Vazquez, José Tomás entre otros. Se cumple la frase de su padre, que dice “el que tiene algo que decir dentro de sí, debe dejarlo huir”.
El bello prólogo de José Suarez Inclán, nos pone en el pórtico de un libro lleno de sensaciones y sabor que en muchos momentos logra esa complicidad con el autor, que con esa sensibilidad, exquisitez y respeto nos recrea en esa atmósfera cabal que surge desde la seducción al duende en una tarde de toros. En la vida si haces las cosas con pasión, sentimiento y amor, se debe ser feliz
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