El octogenario actor francés Michel Piccoli encarna en la ficción al nuevo Papa elegido tras el fallecimiento del anterior Pontífice, Juan Pablo II, quien abrumado por el peso de la responsabilidad que se le echa encima se declara incapaz y es sometido a las sesiones de un psicoanalista ateo al que da vida el propio Nani Moretti.
El director, dentro de un excelente duelo interpretativo con Michel Piccoli, aprovecha su doble presencia delante y detrás de la cámara -además de productor-, para desplegar un nutrido catálogo de acusaciones contra la Iglesia de hoy, dirigida por una curia que presenta como intrigante, chismosa e inmadura.
Rebaja hasta el esperpento la solemnidad de rituales como el cónclave, critica el secular monolitismo e inflexibilidad de su estructura y la compara con una obra de teatro a través de las reacciones de los 108 cardenales que asisten atónitos a la depresión e incapacidad del nuevo sucesor de Pedro.
Censura asimismo Moretti, dentro de una cinta que ha sido recibida con una aseada ovación por parte de la crítica y público asistente a la proyección, la ausencia de humildad de una Iglesia que advierte muy alejada de los postulados del primer Pontífice, el apóstol San Pedro.
Y todo ello en medio del fervor de una feligresía entregada a sus rectores y que Moretti -cuya filmografía divulgó en España la Seminci con la proyección de "Caro Diario" en 1993- representa a través de los fieles congregados en la Plaza de San Pedro a la espera de noticias.
Piccolli destaca sobremanera en el papel de un cardenal Melville afligido y sobrepasado por las circunstancias al resultar elegido Papa, tanto en los diálogos como en la interpretación gestual de los momentos que le tocan vivir en la ficción.
El tiempo que precisa el nuevo Pontífice para sustanciar sus dudas, en medio de una tensa espera, lo aprovecha Moretti para presentar a un cardenalato desinhibido, aficionado a las cartas, aburrido y sin estímulos e incluso en batín y zapatillas.
No para ahí el director italiano -autor entre otras cintas de "La habitación del hijo" (2001) y de "Caimán" (2006)-, sino que insiste en su crítica al poder del Vaticano, cuya estructura presenta como un negocio de la fe, muy lejos de la humanidad que se le supone.
Una comedia, pero también un drama, son los dos polos de "Habemus Papam" que maneja con admirable equilibrio Nani Moretti, quien al final pone en boca de un sencillo sacerdote de parroquia lo que piensa que deben ser las cosas.
"La Iglesia necesita en estos momentos un guía que le de la fuerza necesaria para generar un cambio de rumbo hacia un encuentro con todos, de amor y de comprensión", explica en su homilia el joven cura.
Obsoleta, sin humildad y empeñada en no reconocer sus errores, así observa el realizador italiano a la Iglesia actual, a la que crítica despiadadamente, no sólo desde su condición de ateo.
Con la proyección a concurso de "Habemus Papam", la 56 Seminci abre ocho días de cine con un total de 150 cintas en diferentes secciones.
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