Otros jueces, los de la audiencia provincial de Murcia , han sentenciado que llamar "zorra" a la esposa no constituye menosprecio o insulto, si quien utiliza ese término lo hace " para describir a un animal que debe actuar con especial precaución", sacando de la posibilidad de un año de cárcel, a un angelito que no solo le decía estas lindezas a la mujer que fue el gran amor de su vida, sino que le regalaba algunas otras, grabadas y presentadas a juicio y consideradas probadas, por llamadas telefónicas hechas al hijo común, en las que llegó a decir que vería a la denunciante "en el cementerio en una caja de pino".
En Borneo las orangutanas, muertas de hambre, entran en los sembrados y roban frutas , para las crías que llevan pegadas a su piel peluda y roja. Los de dos patas las persiguen , las acorralan y las llaman zorras, mientras las apedrean y apalean, viéndolas morir , entre espasmos de dolor y la agonía de no poder proteger a su cría. Pero la civilización se impone, ¿qué nos creíamos?, ¿qué íbamos a respetar a quien la frena?, pues no, y para su desgracia, las orangutanas no son más que eso, alimañas venenosas para una sociedad, que no las necesita y que si quiere, se las pasa por el forro, insultándola o encerrándolas , no defendiendo sus derechos, menospreciándolas y castigándolas , sin motivo alguno, porque no tienen jueces que se pongan las pilas y digan , “no , hombre no, usted no tiene derecho a hacer lo que quiera con su hijo”, “ni yo le ayudo”,” porque yo sirvo a la justicia” y “no insulte , ni amenace, porque se le va a caer el pelo”, “porque nadie más que usted, que fue el marido y aún es el padre de ese hijo, al que llama para acojonar a su madre, sabe que la debe respetar, no ya como la que fue, sino como la que es”, o sea, persona u orangutana, que para lo que nos vale lo mismo estamos en Borneo y bordeamos la tranquilidad con cauces de aguas turbias , porque las penas, en las sentencias de condena por la violencia de género, dan vergüenza , siendo aún más irrisorias que por las de atropellar, que más vale matar a un enemigo pasándole el coche por encima y después decir que ibas borracho a más no poder, que pegarle un tiro a bocajarro, como hizo el anciano que no perdonaba deudas pasadas, hace no tanto. Porque nadie bebe, nadie dice y nadie hace y las orangutanas ven sus bosques arder y a sus crías echando llamas por sus pieles abrasadas, para vender aceite de palma en China y que después lo compremos nosotros, que nos hundimos porque ya no podemos, muchas veces, ni respirar.
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