Luis Antonio de Villena es un escritor incansable e imparable. Publica mucho. Muchísimo. En pocos meses ha sacado tres libros: ’Caída de imperios’ -poesía-; ’Mártires de la belleza, un ensayo sobre el esplendor y el castigo’ -sobre la decadencia del cuerpo; y ’Fuera del mundo’ -reedición de una de sus novelas de la década de los 80-. Pero Villena es, sobre todo, un extraordinario biógrafo de Oscar Wilde, escritor al que tomó como modelo para su obra y, tal vez, también para su vida. Villena admira y quiere a Wilde, y en ocasiones lo imita, pero como la vida imita al arte. Villena siempre ha perseguido el arte, en las palabras
y en su existencia, ha buscado la hermosura y la altura estética, aun desafiando la premisa de Baudelaire: para Villena, hay que ser sublime sin interrupción. Tiene
una obra teatral no estrenada, ‘El charlatán crepuscular’, publicada en 1996, en la que recrea una conversación entre Lord Alfred Douglas y un Wilde envejecido, empobrecido y decadente, que dice cosas como: “La soledad es la única realidad que cuenta
para mí. Solo. Estoy absolutamente solo”. Ha escrito además Villena hermosas biografías de autores malditos, como Eduardo Haro Ibars o Jaime Gil de Biedma. Villena hubiese deseado pisar el mundo de Guermantes, los teatros donde estrenara Wilde en su época de esplendor y oro, los bailes dorados del Ritz,
los cafés llenos de estetas y novelistas galantes, pero
le ha tocado vivir otro tiempo, que no sabemos si le gusta o no, pero en el que escribe algunos libros sublimes.
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