Berlanga y los nuevos constitucionalistas

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No todos los días se tiene la oportunidad de ver a los nacionalistas defender la Constitución que vienen repudiando desde 1978. Con absoluta incredulidad asisto al ejercicio de transformismo político de los portavoces de CIU, PNV, ERC y compañía, convertidos por arte de birlibirloque en prefectos de una Carta Magna que tantas veces pisotearon desde el índice hasta la cubierta.


La mayoría relativa de los gobiernos de Zapatero y el poco interés existente en cerrar acuerdos con el PP han dejado los designios de España en manos de quienes le niegan incluso el nombre.

Los nacionalistas han dirigido la política del país a golpe de comisión. Pero hete aquí que ya no hay presupuestos que negociar, ni más dinero en la caja para repartir. Por eso es ahora, y sólo ahora, cuando se cae la careta del falso sentido de Estado que a menudo justificó el apoyo al Gobierno. Porque si hubiera alguna migaja que trincar, que nadie dude de que los grupos periféricos se habrían encargado de cortejar a Zapatero.

A la Carta Magna le salen novios por todas partes. La defienden con ardor guerrero los sindicatos que ondean banderas tricolores en fiestas de guardar. También los indignados que se echan a la calle desatendiendo órdenes judiciales, cuando no tratan de asaltar el Ministerio del Interior.

Reclaman una consulta popular quienes en estos últimos años han sacado adelante leyes que no contaban con el consenso de la sociedad y que obtuvieron en el Congreso un respaldo mucho menor que el cosechado por esta reforma constitucional.

Rechazan el control del déficit los mismos, en definitiva, que se han movilizado estos últimos meses contra el derroche del dinero público. Si es que Berlanga no era un genio, es que le ponían las películas a huevo...

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