Luis Miguel Armario, un joven lotero que lleva doce años vendiendo cupones, continuaba, como siempre, en el mismo lugar. Justo enfrente de la puerta de la Iglesia del Nazareno. Donde, aunque era viernes, había más gente que de la cuenta. Muchos aprovechaban, compraban un cupón y hacían una visita al Greñúo.
La suerte fue esparcida gracias al cupón del barrio. Eran muchos los que compraban el mismo número y que el jueves salía dejando 34 agraciados, que se han repartido unos 35.000 euros cada uno. El lotero se alegraba de que haya caído “en una barrio de parados, donde hace mucha falta”. Incluso sus padres tuvieron la oportunidad de comprar dos boletos. Ayer, como era de esperar, no quedaba ningun número del barrio.
A lo largo de la mañana se habían vendido todos, algo que no se había dado en casi ninguna ocasión, y que hizo que la gente tuviera que comprar otros números para ver si corrían la misma suerte que los agraciados del jueves.
En la frutería, en la tienda de ropa, en el bar... todos hablaban de la suerte que habían tenido porque a muchos eran los que habían resultado agraciados. Aunque si había un lugar, después de la propia iglesia del Nazareno, donde la gente se concentró para abrazarse de alegría, ese era la plaza de las Canastas.
Allí, Isabel, una vecina de 60 años, se abraza llorando con María, de 46, al saber que a las dos les había tocado la lotería. “Este pellizco para tapar boquetes”, coincidían las dos sin apenas palabras para expresarse.Otras vecinas, aunque no habían sido agraciadas, no dudaban en felicitar a los que sí les había tocado porque, como bien decía, “a todos nos hace falta el dinero porque no es normal la crisis que estamos pasado”.
Como siempre en estos casos muchos son los que se quedan con la cara a cuadros cuando se enteran de que ha salido el número que durante tanto tiempo han llevado y que, por cualquier motivo, hace poco dejaron de comprar. Esto le ocurrió a un vecino que, tras diez años con el mismo número, hacía unos días que lo había dejado. “No estaba para mí”, comentaba intentándose consolar.Algunos aprovecharán el dinero para hacer un viaje, otros para pagar deudas y, en algunos casos, para invertir en la salud de un hijo enfermo.
En definitiva, un millón y medio de euros repartidos en un barrio humilde y obrero que, en muchos momentos de su historia, ha sido azotado por la mala suerte.
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