Los Jardines de El Altillo, en Jerez de la Frontera, son, a primera vista, un apacible rincón donde familias pasean, niños juegan y la ciudad parece respirar con más calma. Sin embargo, bajo ese manto de tranquilidad se esconde una historia inquietante que ha convertido este idílico lugar en un foco de misterio y leyenda: la supuesta aparición de siete niñas fantasmales, cuyas presencias han sido relatadas en decenas de testimonios y alimentan una de las historias más inquietantes de la ciudad gaditana.
Es mi buen amigo Adrián Martínez, de la ciudad jerezana, el que mejor conoce sus misterios aunque cabe decir que la leyenda se remonta a principios del siglo XX, cuando en el solar que hoy ocupa el parque se alzaba una casa señorial conocida como la finca de El Altillo. Allí vivían siete niñas, según relatan los cronistas locales, que eran educadas bajo los estrictos principios del régimen victoriano. Su institutriz, Mary Agnes Byrne, era una mujer británica con fama de fría, rígida e implacable. Prohibía cualquier expresión de cariño o emoción, exigiendo una conducta intachable y silenciosa.
De acuerdo con la tradición oral, una noche las niñas, desesperadas por la opresión que sufrían, intentaron escapar. Pero fueron descubiertas por la institutriz y, como castigo, encerradas en el sótano de la mansión. Nadie acudió en su ayuda. Días después, fueron encontradas muertas, víctimas del hambre, la sed y la indiferencia. Desde entonces, los vecinos de la zona aseguran que sus almas nunca abandonaron el lugar.
Risas en la oscuridad y súplicas del más allá
Las primeras referencias a sucesos paranormales en El Altillo datan de hace décadas pero es en los últimos años es cuando los testimonios se han multiplicado. Desde personas que pasean a trabajadores municipales e incluso vigilantes han asegurado haber vivido fenómenos extraños tales como risas infantiles que surgen de la nada, pasos que salen en caminos vacíos, luces inexplicables y bajadas bruscas de temperatura.
Uno de los testimonios más significativos es el del investigador sevillanos Javier Aradilla quien decidió acudir a los jardines una noche de invierno para realizar una serie de pruebas psicofónicas. “Era tarde, el lugar estaba completamente vacío y me aseguré de no tener compañía”, explica. “Sin embargo, al revisar las grabaciones, escuché claramente sonidos de niños jugando. Risas, palabras ininteligibles... y luego, una voz infantil que decía con claridad: ‘¡Ayuda!’”.
Javier Aradilla reconoce que fue una de las experiencias más sobrecogedoras que ha vivido en su vida. “He trabajado en muchos sitios supuestamente encantados, pero lo de El Altillo tiene algo distinto. La atmósfera, la Historia... es como si el lugar no quisiera que olvidemos lo que pasó allí”.
Visiones bajo la luna
Otro de los relatos más impactantes lo ofrece Ana Gómez, vecina de Jerez que nos contaba: “Fue una noche hace ya más de una década”, recuerda. “Estaba dando un paseo con mi perro cuando, al llegar cerca de una de las zonas del jardín, vi algo que nunca olvidaré: era una figura de dos niñas con trajes antiguos, jugando. Me acerqué para ver mejor, pensando que quizá se trataba de alguna representación teatral o una sesión de fotos. Pero al acercarme, desaparecieron. No corrieron, no se escondieron… simplemente dejaron de estar allí”.
La testigo afirma que nunca ha vuelto a ver nada igual, pero que desde entonces evita pasar por los jardines de noche. “No sé si eran fantasmas, una alucinación o qué, pero aquello no era normal. Y, sinceramente, prefiero no volver a comprobarlo”.
¿Leyenda urbana o realidad sobrenatural?
Como suele ocurrir con este tipo de historias, hay opiniones divididas. Algunos aseguran que se trata de una leyenda urbana más, alimentada por la tradición oral y los miedos infantiles. Para otros, en cambio, las coincidencias en los testimonios, la carga histórica del lugar y los fenómenos registrados son suficientes para no descartar la posibilidad de que algo verdaderamente inexplicable esté ocurriendo.
El psicólogo clínico Jorge López cree que estos relatos forman parte de lo que él llama “memoria emocional del espacio”. “Hay lugares que, por su historia o simbolismo, generan una resonancia emocional colectiva. Las personas sienten algo sin saber por qué, y esa percepción se alimenta con relatos que se repiten, se transforman y se transmiten”.
Sin embargo, ni siquiera Javier López descarta del todo los hechos. “Cuando hay tantos testimonios similares, durante tantos años, uno se pregunta si hay algo más que sugestión detrás de todo esto”.
El Altillo hoy: entre la belleza y el misterio
Actualmente, los Jardines de El Altillo son un espacio muy frecuentado. Han sido restaurados y mejorados, con zonas infantiles, caminos floridos y un pequeño lago que adorna el paisaje. Pero el relato de las siete niñas sigue flotando en el aire, siendo comentado desde los más más mayores a los más jóvenes, como advertencia o como simple anécdota, ¿quién sabe?
Quizá todo se reduzca a una historia contada demasiadas veces. O quizá, como muchos aseguran, los jardines aún guardan los ecos de un pasado trágico, de unas niñas que jamás lograron abandonar el lugar en el que fueron encerradas para siempre.
Sea cual sea la verdad, lo cierto es que El Altillo no solo es un jardín. Es también un escenario donde lo visible y lo invisible se mezclan. Un lugar donde, cuando cae la noche, las flores se tornan sombras... y las risas pueden no tener dueño.
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