Les confieso que estoy a punto de convertirme en un friki de las páginas web de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, donde se puede seguir al segundo la evolución de las reservas de agua en los pantanos de la principal cuenca de Andalucía. Cada vez que llueve, miro varias veces al día con alivio y alegría como aumentan los porcentajes del líquido elemento embalsado. Tantos años masoquista confeso viendo cómo descendían los acumulados, que ahora me toca disfrutar como adicto a una droga de cifras en constante crecimiento.
Primero fue hace casi un año, cuando estábamos en un raquítico 18% en los embalses -nos estábamos bebiendo el agua del pleistoceno- y llegó esa celestial borrasca de la Semana Santa -mal que les pesara a los cofrades- para subir los pantanos por encima del treinta y largo por ciento. Con el otoño una dana atravesó España -asoló fatalmente Valencia- y elevó las reservas al 40 % en Andalucía. Y ahora Jana y Konrad nos han situado en el 50 % y todavía quedan por llegar cuatro o cinco borrascas más en las próximas semanas -según la Agencia Estatal de Meteorología- empezando por Loren, que subirán estos guarismos por el agua que caiga y también por las escorrentías de un campo que, como dicen los viejos agricultores, está sangrando -expresión sabia y muy ilustrativa para describir que la tierra está empapada y expulsa agua a las corrientes subterráneas que llegarán a los pantanos-.
Sin querer especular, cuando acaben todas estas lluvias, rondaremos aproximadamente el 60 % de agua embalsada -el triple que hace un año- con Sevilla cerca del 100% y, en el contrapunto lamentablemente Almería, donde, según un compañero de profesión, han debido colocar mal los pantanos porque esta semana aún estaban al 10 % cuando al potente campo almeriense sí le está cayendo mucha agua.
Sirvan todos estos datos para saludar con devoción estas precipitaciones continuadas en el tiempo por muchos inconvenientes que genere estas semanas porque garantiza a corto, medio y largo plazo riqueza y prosperidad económica para las distintas cosechas y para el turismo, fundamentalmente. Así que el hartazgo que tengamos por las molestias de los aguaceros se limiten a los innumerables memes en redes sociales o a bromas y expresiones clásicas de jartura, porque haciendo mío la arenga archiconocida de Luis Aragonés y cambiándola un poquito, déjenme rogar: ¡Llover, llover y volver a llover!
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