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Lo que queda del día

Sullivan, Maragall y Moreno

Familiares de las personas ingresadas en la UCI de Jerez se agolpan en un pasillo con sus sillas de plástico, sus butacas de playa y la angustia en el corazón

Publicado: 11/01/2025 ·
14:58
· Actualizado: 11/01/2025 · 14:58
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  • El pasillo de acceso a la UCI del Hospital de Jerez -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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En Los viajes de Sullivan, Joel McCrea es un director de cine que quiere rodar una película sobre las personas que sufren y viven en la indigencia. Para hacerlo de la forma más realista posible, decide convertirse en vagabundo durante unas semanas para conocer de cerca la miseria y la pobreza de su país.

Cuando Pasqual Maragall se convirtió en alcalde de Barcelona, una de sus primeras decisiones fue convivir durante varios días en casas de vecinos de distintos barrios del extrarradio para tomar conciencia de las dificultades a las que se enfrentaban a diario, así como escuchar y entender sus demandas como base prioritaria de la acción de su nuevo gobierno.

Cuentan que al presidente andaluz, Juanma Moreno, la situación de la sanidad pública le quita el sueño. Asumo que debe ser en sentido figurado, con la intención de hacer patente que es su prioridad, su asignatura pendiente, aunque hasta ahora su única decisión al respecto ha sido cambiar de consejera de Salud y anunciar un incremento presupuestario que sólo alienta los recelos de quienes critican el aumento de fondos desviados a los conciertos sanitarios con empresas privadas. Y ni aún así se le ve fin al problema. 

Nadie debería dudar de que sea su prioridad, ya que le van las ganancias en ello, pero en eso de perder el sueño le pueden acabar diciendo como al del chiste, “usted lo habrá escuchado, el que se ha enterado soy yo”; y aquí la única forma de enterarse es hacer como Sullivan y Maragall, acudiendo como un ciudadano más a un centro de salud, a las urgencias o a la planta de la UCI de un hospital como el de Jerez.

Siéntese apenas cinco minutos junto a las familias que aguardan las 24 horas del día a que pase el médico con el parte de cada paciente en un pasillo desprotegido y frío, sin apenas espacio para sentarse y descansar, no digo ya dormir, para los que se pasan la noche entera pendientes de la evolución de su padre, su hermana o su hijo.

Si lo hiciera, le contarían que la sala de familiares ingresados en la UCI fue desmantelada en marzo de 2020 a causa de la pandemia, ya que hubo que ampliar los espacios destinados a atender a los enfermos más graves y las visitas quedaron restringidas. Todo el mundo entendió aquella decisión, pero no que, una vez finalizada la crisis del Covid, se dejara sin habilitar de nuevo la sala de espera.

Desde entonces, y se van a cumplir dentro de poco cinco años, los familiares de las personas ingresadas en la UCI de Jerez se agolpan en un pasillo con sus sillas de plástico, sus butacas de playa y la angustia en el corazón. Quien puede, los que viven cerca, se turnan y se acercan a sus casas a descansar y asearse; los que vienen de otros municipios, de la Costa Noroeste o de pueblos de la Sierra o de la Janda, o bien bajan a sus coches a dar una cabezada o aguantan cuanto pueden, apoyados por el personal sanitario, que por las noches les acerca mantas para que se abriguen del frío.

Esas familias sí que han perdido el sueño, literalmente. Viven pendientes de la puerta del fondo, con el corazón estrujado y la esperanza intacta, pero sin que les abandone asimismo la indignación por tener que afrontar unas horas tan decisivas en condiciones inhumanas.

Esta semana se han registrado dos episodios violentos en centros de salud de la ciudad. La delegada territorial salió de inmediato en apoyo y solidaridad con los profesionales afectados, pero sobre todo no olvidó subrayar que de lo ocurrido sólo se podía culpar a los autores de los hechos. A nada más, ni a nadie más. No es lo que dicen los médicos. No es lo que le dirían los médicos a Moreno si estuviese allí con ellos en ese momento. En los centros de salud ya no hay vigilantes desde el fin de la pandemia y las reacciones violentas de los usuarios, que en ningún caso están justificadas, son consecuencia de la falta de personal sanitario que permita elevar la calidad asistencial a la que aspiran los propios profesionales.

La solución ya sabemos cuál es, pero es Moreno el que debe recetarla; incluso puede que le ayude a conciliar mejor el sueño.

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