La UE pone en la picota la agricultura social y profesional que mantiene vivos nuestros pueblos, así como la seguridad y la soberanía alimentaria de Europa, con el beneplácito del Gobierno español, para poder vender más coches alemanes y tecnología a los países del Mercosur.
No vamos a permitir que la comida nos llegue en barco, con sustancias cancerígenas y la carne con hormonas. #NoMercosur"Quieren vender a los agricultores a cambio de coches. Es una afirmación un tanto hiperbólica, pero retrata a la perfección lo que supone el acuerdo entre la Unión Europea -UE- y los países del Mercado Común del Sur -Mercosur-, bloque compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Y es que el pasado 6 de diciembre se firmó un tratado de libre comercio que, si llega a ratificarse en el Parlamento europeo, supondrá un hito histórico de gran impacto económico y social. El quid de la cuestión es saber el alcance del impacto para unos y para otros. Y, hasta el momento, los único que hay son cantos de sirenas. Humo. Como hemos denunciado las organizaciones agrarias mayoritarias en España -COAG y Asaja-, la firma se ha llevado a cabo sin que oficialmente se hayan analizado las consecuencias de la liberación de productos agroalimentarios con Mercosur.
Esto nos sitúa a agricultores y ganaderos al borde del precipicio, con una incertidumbre que parece no traer nada bueno. Más aún si tenemos en cuenta el histórico de agravios que el sector agrario viene padeciendo estos últimos años: subida desorbitada de los costes de producción, competencia desleal por importaciones sin control de países terceros, precios en origen por los suelos y, por lo tanto, falta de rentabilidad y endeudamiento, normativas europeas cada vez más exigentes, costosas y poco eficaces, a lo que se ha sumado un periodo más largo del habitual de sequía (de la que aún no hemos salido) y la gran puntilla para el sector, la puesta en marcha de una reforma de la Política Agraria Común -PAC-.
Esta nueva norma nos ha birlado más de 500 millones de euros a los agricultores andaluces, imponiéndose con la intención de promover un cambio de modelo productivo en favor de las grandes multinacionales y de los fondos de inversión, en detrimento, del modelo social y profesional de agricultura, que es el que tenemos mayoritariamente en España y en Europa.
Con este desolador panorama, ahora los burócratas de Bruselas, con las bendiciones del peor ministro de Agricultura de la historia, Luis Planas, que no ceja en su empeño de atacar a la agricultura social y profesional (mientras otros países europeos, con menor peso agrícola, se oponen al acuerdo), entienden que es el mejor momento (después de más de dos décadas de negociaciones) de abrir las puertas sin control a los productos de Uruguay, Paraguay, Brasil y Argentina, países de un potencial de producción agrario enorme, con millones de hectáreas de superficie agraria y territorios inmensos de pastos.
Con este acuerdo se abren las barreras del mercado europeo para que alimentos que producimos aquí con todas las garantías sanitarias y de manera sostenible compitan, directamente, con productos agroalimentarios, producidos a bajo coste (pero que no van a ser más baratos para los consumidores), que van a llegar en barco desde del otro lado del Atlántico (20 días de navegación y su correspondiente huella de carbono), y sin cumplir las medidas de seguridad alimentaria que son obligatorias en el territorio europeo, ya que en esos países, entre otras cosas, está permitido en la producción el uso de sustancias activas perjudiciales para la salud, prohibidas en Europa. Un hecho que pone de manifiesto la hipócrita política ‘verde’ de la UE.
En resumen, los productores de los países del bloque americano no compiten en igualdad de condiciones, ni sociales, ni ambientales, ni de seguridad alimentaria, lo que les permite producir con costes de producción muchísimo más reducidos que los nuestros, corriéndose el riesgo de saturar el mercado, provocando caída de precios y entrada masiva de producto coincidiendo o adelantándose a nuestra campaña nacional, lo que se traduce en la desaparición de nuestras producciones.
Además de esta competencia en desigualdad, hay que destacar la existencia de un gran contraste entre el potencial de crecimiento, tanto de la superficie dedicada a las producciones agrarias, como de las transacciones comerciales de ambos bloques, con una clara desventaja para Europa si se atiende al diferencial de poder adquisitivo.
Asimismo, hay que tener en cuenta que no se garantiza el cumplimiento de las cláusulas que recoge el acuerdo, ni el establecimiento de medidas compensatorias para sectores y/o territorios que puedan resultar especialmente afectados, siendo muy difícil además la aplicación de cláusulas de salvaguardia.
Para COAG es fundamental que se considere también (y no se ha hecho) el impacto que puede tener sobre la cohesión territorial. En este sentido, es importante destacar que la actividad agroalimentaria en Andalucía-más de 260.000 explotaciones y casi 6.000 agroindustrias- es clave para el mantenimiento de un mundo rural vivo.
En definitiva, todo hace indicar que nos están vendiendo humo, dando coba, vendiendo la burra, timando…Y nos van a echar a los leones. Y ¿a cambio de qué? Pues de vender coches alemanes y tecnología, ya que Europa es considerada en Latinoamérica líder en temas ambientales y de derechos humanos, pero no en materia comercial, que tienen a China y Estados Unidos como referentes mundiales.
Por tanto, la ratificación del acuerdo brindaría a la Unión Europea la oportunidad de reforzar su influencia económica e impulsar los sectores tecnológicos y el automovilístico, amenazados por la competencia de China especialmente, a costa de sacrificar a nuestro tejido productivo, muy profesionalizado y de gran impacto social en el medio rural. Un patrimonio de todos los andaluces que desde COAG no vamos a dejar de defender hasta las últimas consecuencias, así como la seguridad y la soberanía alimentaria. No vamos a permitir que la comida nos llegue en barco, con sustancias cancerígenas y la carne con hormonas. #NoMercosur.
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