La verja de Gibraltar conmemora este domingo 42 años de su reapertura para los peatones, un día que puso fin al periodo más traumático y cruel de la historia del que es considerado uno de los pasos fronterizos más pequeños del mundo.
La apertura permitió el restablecimiento de las intensas relaciones que históricamente unen a los ciudadanos de ambos lados de la verja, y que hoy, casi siete años después del referéndum del brexit y cuatro desde el acuerdo de Nochevieja en el que se perfiló su futuro, siguen aguardando en vilo a conocer si su futuro pasa por que esta verja desaparezca o se endurezca.
Un cierre ordenado por Franco
Fue en 1969, cuando el dictador Francisco Franco ordenó el cierre permanente de la Verja y el corte de las comunicaciones, en respuesta al referéndum por el que la población gibraltareña había mostrado de forma unánime su deseo de pertenecer a la corona británica y a la entrada en vigor de la Constitución que lo plasmaba.
Se abrió entonces un periodo de trece años en el que centenares de familias de uno y otro lado de la Verja quedaron separadas y tenían que acudir a la frontera para comunicarse a gritos o coger un barco hasta Marruecos para llegar a Algeciras como única forma posible de salir del aislamiento.
Una pesadilla que se acabó el 15 de diciembre de 1982, cuando se reabrió a los peatones tras una decisión del primer Consejo de Ministros del primer gobierno de Felipe González. Los vehículos y las mercancías deberían esperar dos años más.
Eternización de las negociaciones
La pesadilla vuelve a amenazar a la población de la zona, ante la eternización de las negociaciones entre Reino Unido, España, Unión Europea y Gibraltar para dar una solución a la situación del Peñón tras la salida británica de la UE, el brexit.
Desde entonces, Gibraltar y la vecina comarca española del Campo de Gibraltar mantienen una relación transfronteriza en un limbo legal, pendientes de un acuerdo que nunca llega.
En apenas dos semanas, el próximo 31 de diciembre, se cumplirán cuatro años del Acuerdo de Nochevieja en el que las partes se pusieron en el dibujo de una solución: Gibraltar entrará a formar parte del espacio Schengen, de la mano de España (puesto que Reino Unido no pertenece a esta alianza) y, como resultado, la verja desaparecería y las fronteras se ubicarían en el aeropuerto y el puerto de la colonia británica, vigiladas por agentes de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costa.
Tras cuatro años de reuniones y numerosas cumbres ministeriales y cambios en los distintos gobiernos implicados, las negociaciones para el desarrollo de este acuerdo parecen seguir atascadas.
La última cumbre en Bruselas se produjo el pasado 19 de septiembre. Entonces, el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Maros Sefcovic; el ministro español de Exteriores, José Manuel Albares; su homólogo británico, David Lammy; y el ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, emitieron un escueto comunicado conjunto en el que se limitaron a hablar de ambiguos “avances en las complejas cuestiones de las negociaciones”.
Un mes después Albares habló de “la importancia de alcanzar ya el acuerdo generoso y equilibrado que ha ofrecido España con relación a Gibraltar”, ahondando en que “no existe ningún motivo para que el Reino Unido no de ya su sí a este acuerdo”.
Ese mismo día Picardo contestaba: “la pelota está en el tejado de España” y que eran las propuestas gibraltareñas las que “son justas, equilibradas y respetuosas con el acervo de Schengen y del mercado único”.
‘Statu quo’ en la frontera
Mientras, la relación transfronteriza se mantiene con fluidez gracias al 'statu quo' que hace posible que los ciudadanos de uno y otro lado de la verja sean los únicos que pueden entrar y salir de la Unión Europea sin que se les pida el pasaporte.
El resultado que tendría para la frontera la ausencia de un acuerdo se escenificó el pasado 22 de noviembre, cuando la decisión de los agentes de la Policía Nacional destinados en la frontera de pedir los pasaportes provocó un colapso del paso fronterizo.
“Nos tememos que en cualquier momento pueda producirse”, afirma a EFE el alcalde de La Línea de la Concepción, Juan Franco, el municipio español más afectado por el brexit, donde miles de vecinos cruzan a diario la frontera para trabajar en el Peñón.
“Este statu quo nos permite seguir viviendo, pero yo llevo desesperado por este tema ya siete años y creo que las negociaciones deberían estar más que cerradas”, señala.
La ausencia de un acuerdo mantiene en vilo a los más de 300.000 vecinos del campo de Gibraltar, y a los más de 30.000 de la colonia.
La presidenta de la Mancomunidad de municipios del Campo de Gibraltar, Susana Pérez, apela a que los negociadores “tengan el compromiso y la altura de miras para alcanzar un acuerdo que nos beneficie a ambas comunidades, que ya de por sí estamos unidas por lazos familiares, culturales, sociales y laborales, lazos que hay que fomentar”.
“Si llevamos 42 años disfrutando de esas facilidades de contacto, sería una pena que en el mundo en el que vivimos actualmente se nos privara de la oportunidad de crecer y crear riqueza juntos”, concluye la presidenta.
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