La tasa de natalidad en los países “más” desarrollados ha caído extraordinaria y sorprendentemente. Desde bastantes instancias, políticas y económicas, se muestra la preocupación por este fenómeno que afecta al inmediato futuro de países enteros. Al mismo tiempo la pérdida de población autóctona viene acompañada de aumentos importantes de población inmigrante. La disminución de nacimientos altera las pirámides poblacionales. Estas alteraciones proyectan efectos en la economía y hay quienes realizan inferencias sobre el futuro de las pensiones y prestaciones sociales, avisando de los riesgos que la reducción de la natalidad supone. No obstante la llegada masiva de personas de otras regiones va compensando la caída de la natalidad por lo que no parece que los escenarios negativos en un futuro inmediato se materialicen. Quienes observan las migraciones desde una perspectiva positiva para el sostenimiento de la actividad económica no deberían perder de vista los efectos socio-culturales de la llegada de millones de personas con culturas diversas. Las migraciones producen efectos en la evolución de la cultura de los países. Estos son cada vez más intensos y numerosos, amplificados por el impacto de los medios de comunicación sobre la cultura de los pueblos.
Múltiples causas provocan el denominado gran fenómeno planetario de la Globalización. El sistema productivo capitalista imperante es, al mismo tiempo, fuente y resultante de la Globalización. Se generan cambios en la forma de vivir que se traducen en transformaciones culturales profundas. Se modifican las formas de pensar, las creencias de las gentes. Un fenómeno que se viene constatando es la reducción de la tasa de natalidad. Hay quienes observan el fenómeno desde la atalaya de la filosofía idealista. Parecería que las maneras de pensar sean el fundamento esa reducción. ¿Por qué cambia el pensamiento? Hasta no hace mucho, aún viven generaciones que guardan memoria de su juventud, la constitución de una familia era objetivo esencial de la vida. Se afeaba la soltería y se ensalzaba las familias numerosas. Un dicho común de antaño concretaba que no se era “hombre” hasta que no se escribiera un libro, se plantara un árbol y se tuviera un hijo. En el caso de la mujer la capacidad reproductiva establecía una edad de madurez para contraer matrimonio, edad núbil se denomina. Se ha producido en pocos años un cambio profundo en el pensamiento de las nuevas generaciones con respecto a formar familia, procrear, traer hijas e hijos al mundo. ¿Cómo ha sido posible? Quienes no se han acercado a la obra de Marx y Engels no han tenido la ocasión de conocer las aportaciones de estos pensadores, valiosas sin duda, para comprender los hechos sociales y la evolución de los sistemas económicos, políticos y jurídicos de las sociedades capitalistas. Reflexionaron sobre la realidad de su tiempo y anunciaron las grandes transformaciones que durante el siglo XX se han ido materializando. Advirtieron la diferencia y al mismo tiempo interdependencia entre la forma de vivir y de pensar. Desmotaron mitos creados por el idealismo que fiaba cualquier cambio a formas de pensamiento, sin explicar como ese pensamiento evolucionaba. En el Manifiesto Comunista, publicado en 1847, ya concretan que
“La situación económica es la base, pero las diversas partes de la superestructura: teorías políticas, jurídicas, ideas religiosas y su desarrollo ulterior hasta convertirse en sistemas de dogmas, también ejercen su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos preponderan en la determinación de su forma”. Una década después, Marx llega a la conclusión de que a
“la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política” le
“corresponden determinadas formas de conciencia social”. Estableciendo una especie de axioma:
“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. (Marx, Carlos (1859). “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”. En Román paladín “dime como vives y sabré como, en realidad, piensas” ¿Y esto que tiene que ver con la natalidad? Save the Children ha presentado su informe sobre
“el coste de la crianza”.
Https://www.savethechildren.es/coste-de-la-crianza/descarga-informes. ¿Cómo se calcula el costo económico de una hija o un hijo? Es preciso considerar: a) La alimentación que se calcula por la dieta recomendada por la Asociación Española de Pediatría (AEP), tanto en calidad como cantidad. b) Los productos para una higiene saludable para ambos sexos y distintas edades. c) Ropa y calzado. d) Gastos educativos y actividades que permitan conciliación laboral: Pagos de servicios, materiales escolares, comedor, trasportes, enseñanzas no regladas, danza, pintura, música, deportes… e) Ocio, juegos y tecnología. f) Salud: servicios no cubiertos por la sanidad pública como odontología, gafas, medicamentos sin receta… g) Mobiliario, carritos y ropa de casa h) Vivienda que debe ser algo más grande y consumos relacionados i) Transporte j) Extraordinarios: excursiones, cumpleaños… -¡Vaya haciendo números! ¿Le salen las cuentas?
En sociedades agrarias el tener hijas e hijos aportaba a las familias mano de obra para atender la multitud de tareas precisas para sobrevivir. Además llegaban de aquella manera, porque las tendencias sexuales, propias de un mecanismo evolutivo diseñado para la supervivencia de la especie, dentro y fuera de la institución matrimonial, acababan en embarazos sí o sí, o porque “estaba de dios”. La relación de la humanidad con la naturaleza para sobrevivir “infraestructura” generaba una determinada manera de concebirla, que se concretaba en ideologías sociales y religiosas “superestructura”. El mecanismo sigue funcionando articulándose una relación compleja entre los residuos de superestructuras anteriores, nuevas formas de vivir y nuevas formas de pensar. Esto explica parte de las incoherencias que se observan en sociedades donde perviven ritos mágicos, que se arrastran desde los tiempos de las cavernas, con enfoques modernos e incluso vanguardistas formas de vida.
En el caso de la crianza de los hijos e hijas es evidente que una parte sustancial de la juventud autóctona ha decidido no dedicarse a ello. Se explica esto por las difíciles circunstancias laborales y sociales que padecen. También por la aspiración de un vivir no abnegado. Las tendencias “oblativas” parecen ahogadas por toda una ideología existencialista hedonista. Con aquello de “solo se vive una vez”, “Carpen diem”… unido a que el trabajo, quien lo tiene, no permite ni siquiera emanciparse, por lo inestable y escasamente remunerado, además del costo de vivir, la resultante es que parejas con perros o gatos, si; con hijas e hijos menos. Mientras que una buena parte de la juventud migrante fomenta las familias numerosas. Sus expectativas son diferentes. Sus coordenadas culturales y religiosas también lo son.
La derivada se esboza en el horizonte de un sistema productivo donde la mano de obra humana será cada vez más residual. Al mismo tiempo que crece exponencialmente la población mundial. La diabólica lógica del sistema de producción capitalista que maximiza el beneficio a costa de reducir las perdidas ha llegado a la conclusión de que mejor la Inteligencia Artificial y por tanto sobra el factor humano para la producción. Por eso para sobrevivir como especie no queda más remedio que mejorar las formas de vida saludables, que permitan preservar los ecosistemas y estimulen la crianza. Y como toda producción de bienes y servicios se justifica para permitir la vida, en sus variadas formas, consecuentemente urge convertir el actual salario, que recibe sólo una parte, en una renta básica digna para todas las personas. Estas reflexiones, que forman parte de la “superestructura”, del mundo de las ideas, son posibles por la evolución de la manera de vivir que el sistema productivo va generando.
Fdo Rafael Fenoy