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Cervantes definió a Lope como “monstruo de la naturaleza”. Juan Cruz es también un “monstruo de la naturaleza”. Escribe sin parar. Escribe y escribe. Hay una frase que ha hecho fortuna aunque esté muy manoseada: la de escritor de periódicos.


Juan Cruz no es un escritor de periódicos: escribe periódicos enteros. O casi. Un domingo de julio de 2009 leí varios escritos de Juan Cruz en 'El País'. Luego un artículo suyo en 'As' sobre el Barça. A continuación me telefoneó un amigo para decirme que Juan Cruz estaba pronunciando una brillante conferencia en La Gomera en un acto organizado allí por la Diputación de Huelva. Y a los pocos minutos puse la Cadena Ser y ahí estaba Juan Cruz de contertulio, con su voz tenue y canaria, acelerada y culta, en un programa, naturalmente, grabado. En otra ocasión vino una tarde a Huelva para pronunciar una conferencia y se marchó con toda urgencia al concluir, porque un taxi lo debía conducir a Sevilla para embarcar en un vuelo a Tenerife, donde a primeras horas del día siguiente tenía que dar otra conferencia. Juan Cruz está instalado en la urgencia. Ha publicado recientemente el ensayo 'Egos revueltos' y un librito titulado '¿Periodismo? Vale la pena vivir para este oficio'. Porque Juan Cruz no vive la literatura, habita en la literatura. Él insiste en que posee una gran facilidad para escribir. Tiene una prosa urgente pero maneja una cualidad colosal: Escribe, efectivamente, con rapidez, pero en sus novelas y ensayos expresa unas ideas sosegadas, pensadísimas, muy reposadas. Va rápido con el teclado, pero no en los conceptos. En 'Muchas veces me pediste que te contara esos años', un libro de memorias, de pronto se deja caer con esta frase sobre la temeridad de los jóvenes en asumir riesgos: “con qué hidalguía renuncia uno al pasado cuando por delante está la vida”. Juan Cruz, ya está dicho, escribe mucho y parece que lo ha leído todo. En la novela antes citada, Juan Cruz dice: “Yo era el muchacho que abría la Redacción; y el que la cerraba”. Nadie lo duda, maestro.

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