—¿Cuándo y cómo te empezaste a interesar por el mundo de las aves?
—Desde los tiempos en los que iba con mi abuelo de cacería. Siendo un niño descubrí que era más apasionante observar las aves que cazarlas.Observaba su comportamiento desde el puesto del cazador, las distintas especies del hábitat y disfrutaba del colorido, del sonido, de las características de las aves... La observación no quita ningún disfrute al campo y no es incompatible ni mucho menos con la caza.
—Perteneces a varios colectivos enamorados de la ornitología y de las aves...
—Empecé en este mundo gracias a un buen amigo que vive en Algar, Javier Rodríguez Piñero, con el que descubrí los detalles y el comportamiento de las especies. Con el tiempo entré en la Sociedad Española de Ornitología (SEO) y raíz de ahí comencé a asistir a jornadas, a tener un contacto con otros aficionados de diferentes lugares de Andalucía, etc.
—Afortunadamente, en la zona no faltan lugares para la observación de aves...
—Es un privilegio. Vivimos en un entorno que a veces no apreciamos por nuestro propio ritmo de vida. Los alrededores de Arcos son mágicos para observar las aves. Es un tópico, pero cada vez que se habla de observación de aves se piensa rápidamente en el parque natural de Doñana, en el de Grazalema, Los Alcornocales..., pero Arcos tiene su paraje de la cola del embalse, el río Guadalete y otros parajes increíbles. El río, aunque no esté considerado un espacio protegido, sí guarda figuras de protección dentro de las zonas de Interés Comunitario y de Protección de Aves gracias a la riqueza de la avifauna y de la vegetación del entorno, que tiene una categoría bastante alta.
—¿Es tan importante la cola del embalse como espacio migratorio para las aves procedentes de África?
—No se puede decir que sea la vía preferente de migración de aves. Esas vías podrían ser el valle del Boyar de Grazalema, que es por donde cruzan las aves en la zona más occidental de la subbética y todo lo que enlaza esta zona con el Campo de Gibraltar y Tarifa. La migración de aves se produce por dos vías principales: una península griega y por Tarifa que atraviesa todo el parque de Los Alcornocales y que afecta al parque de Grazalema y a la campiña. Ello depende de la orografía del terreno, pues las aves no tienen que cruzar grandes montañas. Desde el valle del Boyar, en un día clareado, se puede ver la campiña y los astilleros de Cádiz, lo cual indica que las especies no encuentran dificultades de pantallas naturales para hacer su recorrido. El paso natural nos indica que las aves que pasan por el puerto del Boyar buscan la ribera de Gaidóvar, que enlaza a su vez con otras cordilleras.
—¿De qué especies hablamos?
—Si hacemos referencia a Arcos, la especie emblemática es el calamón, de la familia de los rálidos y de las fochas o gallinetas de agua. Es singular porque su tamaño es como el de un gallo. Cualquier persona que busca especies exóticas se queda prendado del color rojo brillante de su pico y patas durante la época nupcial, y de su plumaje azul metalizado.
—Ahora te encuentras creando una empresa especializada en rutas ornitológicas por la provincia. ¿Cómo se te ocurre esta iniciativa y cómo la enfocas?
—El mundo de las aves es mi afición y mi pasión, pero pensé que se le podía sacar algún rendimiento al tiempo que disfruto. Es una empresa con un aspecto comercial muy sano, por llamarlo de algún modo, pues la actividad no infringe daño alguno al entorno ni altera el medio, pues se trata únicamente de llevar al turista o a la persona en cuestión hasta un espacio donde hay una variedad de aves que no se encuentran en otras zonas. Ese tipo de turista y de mercado existen, pero nosotros damos esa oportunidad de practicar la observación, además dentro de nuestro entorno sin la necesidad de hacer grandes desplazamientos. La idea es también fomentar el mundo de la ornitología y aumentar si puedo la concienciación hacia las especies y su preservación. Por ello, ya pensamos en hacer jornadas ornitológicas para los jóvenes y adultos, pero sobre todo enfocadas a la iniciación para la gente que no conoce este mundo.
—¿Ya habéis diseñado las rutas que ofreceréis a los interesados?
— No hemos querido abarcar mucho, pero hemos creado las rutas principales de nuestro entorno: el parque de Grazalema y Los Alcornocales, aunque también podríamos abrirnos al Campo de Gibraltar, a la zona sur de Cádiz, que tiene una importante variedad de aves en época de migración. Las rutas, en concreto, serían la zona de reserva de Grazalema y la periferia de Grazalema. Especial interés tiene El Pinsapar, que debe su nombre a una especie de abeto que vive desde la época terciaria, hace millones de años, que se ha conservado en la cara norte de la sierra del Pinar por unas circunstancias climatológicas concretas después de las últimas glaciaciones. Mención especial para El Salto del Cabrero, que ofrece una falla que ha sido desplazada después de los movimientos tectónicos, cuando África colisionó con Europa provocando un paisaje muy característico. Ello ha provocado a su vez una importante cantidad de aves de roca en el entorno de Grazalema.
—¿Y cómo reacciona tu entorno a estos proyectos?
—Muy bien. En primer lugar me he ofrecido a los hoteles, sobre todo a los rurales, y varios están encantados de colaborar conmigo y de abrir sus puertas al turismo ornitológico, que es de lo que se trata a nivel empresarial.
—¿Y el material?
— Normalmente, los observadores de aves tienen su propio material, que basicamente consiste en unos prismáticos que no sean de gran profundidad de alcance, pues de lo que se trata es de localizar las aves lo más cercano posible. El verdadero observador suele acudir con un telescopio porque ayuda a ver los detalles de las aves que previamente se han localizado con los prismáticos. Pero, bueno, lo esencial es tener unos prismáticos y sobre todo ganas de conocer aves tomando la referencia de algunas especies para identificarlas, porque, claro, para una persona que no tenga muchos conocimientos de los pájaros, al principio puede ser un poco aburrido o pesado.
—Esta afición también te ha conducido al mundo de la fotografía...
—La fotografía es un mundo que también apasiona vinculado a las aves. El hecho de esconderte o sentarte en un Hyde (escondite) para observar especies te da la oportunidad de ver un animal sin ser molestado, especies que pasan por un lugar determinado del entorno, en el momento de ir a beber a un bebedero, su comportamiento cuando viene un competidor del territorio... He expuesto varias veces mis fotografías, y aunque ahora lo haya abandonado un poco, no descarto realizar otra exposición.
—¿Qué opinas de los equipamientos como el observatorio de aves de Arcos?
—De forma constructiva, diría que está muy bien, pero realmente para hacer más eficaz la observación y adaptar las aves a un comportamiento menos esquivo, lo interesante sería haber creado unas pantallas vegetales que no rompan con la armonía del paisaje, con la idea de que las especies no te vean, ya que así las especies van a guardar la distancia de protección. Si acostumbras a las aves a que no te vean, tomarán confianza e irán tomando territorios más cercanos al observatorio, lo cual implica que el observador va a disfrutar con una visibilidad de mayor cercanía.
—¿Toma la gente conciencia poco a poco de la riqueza ornitológica que nos rodea?
—La situación de concienciación tampoco ha subido mucho. Desde el punto de vista de los colegios, hay centros que hacen actividades de concienciación, pero basicamente la labor de protección está en manos de ong’s y de sociedades específicas como la SEO. Pero creo que no hay gran concienciación.
—La agresión urbanística y otros tipos de impacto siempre están ahí, amenazando al entorno...
—En este observatorio de Arcos tenemos un ejemplo con el complejo turístico construido a sus espaldas, un hotel a medio terminar que creo que se empezó por desconocimiento o por otras circunstancias, es decir, por intereses. Todas las actuaciones del hombre son siempre, aunque suene brusco, son alteraciones que van en contra de la naturaleza. Esas alteraciones han provocado que haya especies que colonicen zonas que no son su hábitat. Un ejemplo es la del avión rockero en zonas de montaña, un ave de la familia de las golondrinas, que toma las tejas, los huecos de las repisas de las casas... como refugios o para hacer nidos. Un paraje natural nunca debería estar alterado con una construcción urbanística...
—¿No piensas que las agresiones se camuflan de algún modo con la palabra tan de moda “sostenibilidad”?
—Es una palabra que, por desgracia, se utiliza por todos los medios y con bastante frecuencia, pero la sostenibilidad no se da siempre. Cuando se permite una construcción no sólo se ocupa un terreno físico de un hábitat, sino también su espacio aéreo.
—Entonces, ¿debemos dudar de cómo se están gestionando los hábitats naturales de cara al futuro?
—Más que peligrar, los espacios protegidos no van a avanzar en el aspecto de colonización de especies. El pantano de Arcos alberga, junto con el embalse de Bornos, una de las mayores colonias de garzas imperiales. Las especies intentan encontrar refugio lo más alejado posible del hombre. Si la colonia estuviera cercada, estaría más extendida y facilitaría la tarea de la observación. A veces se da la circunstancia de que la colonización no encuentra el nicho más adecuado, es decir, el lugar donde habitar, ya que encuentra mucha competencia a poca distancia sobre la misma especie o la misma familia. El nicho es más reducido y las crías encuentran más dificultades para encontrar nuevos territorios. Es la teoría que puede explicar cuando se da una alteración.
—En todo caso, queda claro que este mundo te fascina...
—Estoy entusiasmado con una especie llamada Elanio azul, que llama mucho la atención porque es una especie africana que se ha ido introduciendo en la península y ha ido colonizando la zona central de España: Castilla La Mancha, Castilla León, la zona de Extremadura y Andalucía a excepción de parte de Huelva. En Cádiz ha ocupado la campiña: Arcos, Bornos, Villamartín, Puerto Serrano... y parte de La Janda. Me interesa resaltar esta especie porque no es muy conocida. La he investigado y comprobado que se introdujo de forma natural en los años setenta. La teoría es que, como España ha sido talada abusivamente de árboles, abundan muchas zonas de estepa. He observado la especie sobre todo en verano, pero me he dado cuenta de que ya se reproduce en el entorno de Arcos. Llama la atención porque es un pájaro peculiar con los ojos pardos rojizos, el plumaje grisáceo o celeste blanco, con las escápulas negras, y se mantiene en el aire a la hora de cazar igual que el cernícalo. Se confunde con el último porque tiene características parecidas, pero desde mi punto de vista tiene comportamientos crepusculares e incluso nocturnos que están por descubrir, aunque está catalogada como una especie de rapaz diurna. Quiero explicar con ello que tenemos una especie simbólica de nuestro entorno que antes no estaba y que las personas observadoras se preguntarán qué especie será...
—Y es que las aves son también una manifestación o un termómetro de los cambios climáticos que se dan en los territorios...
—Sin duda, las aves son bioindicadores de la naturaleza. La gente se preguntará por qué se hacen tantos recuentos de aves y pájaros, tantos censos de especies... Yo, que colaboro con la SEO de forma voluntaria en el programa Sacre, que tiene dos vertientes: reproductora y de invernante, sé que se envía información a Madrid, a la Sociedad Española de Ornitología, y de ahí a Europa y a distintos organismos mundiales para estudiar la calidad ambiental de los entornos. Igual que las plantas, las aves van colonizando distintos territorios y nos dan a entender cuál es la pureza del entorno y qué es lo que le ha ido afectando. Esos estudios, que cada vez son más profundos, nos ayudan a encontrar respuestas y comprobar cuál es la alteración producida.
—He oído que hay aves cuyo comportamiento pueden avanzar o predecir de algún modo un acontecimiento climático...
—Puede parecer exagerado, pero algo que tiene que ver. Hay personas que han asegurado en algún foro tener alguna especie que se comporta de manera extraña, o gente que ha observado cómo una colonia de aves se desplaza de un lugar a otro aparentemente de forma incomprensible. Por citar un ejemplo, el vencejo común que tanto puebla nuestros pueblos y ciudades, es un pájaro que nunca aterriza, sólo en las cornisas de los nidos para alimentar a los pollos. Cuando hay una tormenta se quita del medio, así que es en cierto modo un indicador meteorológico.
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