Sevilla quita todo el sentido cuando los nubarrones acechan y el río se platea. Toda gris, enfurruñada como una niña con pataleta, te parte en dos el alma por poco que se lo proponga. Pero Sevilla tiene recovecos más allá de las Mil, que ni con escolta -ni sin ella- , van a cambiar por más años que vivan lo políticos que quieren conseguir erradicar lo que siglos de marginalidad y prejuicios no han podido. Sevilla es maremágnum de propios, extraños, guiris y estudiantes que se amalgaman por todas partes para estallar en puntos conflictivos como la zona del Campus de Reina Mercedes, donde los coches aparcan sin Dios- ni locales- que les guarden. Son los gorrillas allí ministros en su pulpito de oro, porque como el Hospital Duques del Infantado es bocadera de solicitantes de salud, no les queda a los malaventurados otra que aparcar en doble y triple fila. Ganan bolsillo de metal hinchado por los pespuntes, los gorrillas que -muy listos ellos –van uniformados de azul y gris al modo celador para confundir al personal circulatorio, mientras hacen su agosto en cualquier fecha, moviendo coches sin frenos -ni marcha metida- a modo de quita y pon de donde uno sale, otro entra.
Como ya les digo, hay ausencia de policía o coche patrulla que lo valga y así, día tras día, se posicionan desde primeras horas de la mañana haciendo su beneficio a costa de provocar accidentes. El aparcamiento es el mal de nuestra era en la que por muy virtuales que compremos, la salud aún nos impone que les presentemos el cuerpo. Es por ello que una entrada a un hospital tan demandado como el de Duques del Infantado, necesitaría otra cosa más que bullicio y gorrillas que pelean por plaza fija, pues saben que el sueldo por día trabajado ahí les beneficia mucho más que en cualquier otro aparcadero de Sevilla. Me dirán que cómo se consiente esto y de verdad qué no lo sé. No es mi zona de confort, sino mi zona de paso, bastante accidentada y peligrosa. Si no fuera porque Sor Gregoria de Santa Teresa preside la nomenclatura que da acceso al hospital con doblete de santidad, no sabemos qué clase de desgracias podrían pasar cada jornada. Y es que esto de aparcar se está convirtiéndose en artículo de lujo, al modo de ese bolso tan feo que los papuchis regalan a sus esposas cuando les hacen alguna faena.
Cádiz está totalmente tarifado a cachos y no hay como pararte un segundo en cualquier sitio para que llegue el guarda de los taxímetros quedándose con tu tarjeta de crédito. En Sor Gregoria no es ese el problema. Allí aparca el que primero llega, porque hay dos zonas bien delimitadas y libres, una a cada lado de las dos vías de acceso. El problema es el que llega tarde y aparca en doble fila, produciendo un estrechamiento de la libre circulación y el caos más aparatoso. Me dirán algunos que es para el bienestar de los enfermos, pero no. Ahí solo ganan los gorrillas, mientras sufrimos todos los demás…los que no encuentran donde aparcar; El que no llega a la cita; Los que no podemos circular, porque no nos dejan paso casi. Y los imbéciles que no saben que los transportes públicos existen para el bien de todos. No tenemos que ir con el coche a un sitio donde no se puede aparcar. No se puede aparcar en segunda fila. Pero mientras no haya control seguirá pasando, porque es tan endémico y tan bestial como que no se pueda entrar en las Mil viviendas. Ni siquiera los operarios de limpieza para hacer su trabajo, que ya tiene delito.