Vivimos tiempos raros. Podríamos afirmar que el 90 por ciento de las palabras que empleamos todos los días son pamplinas variadas. Y digo esto quitando las miles de tonterías que, dándole patadas al diccionario, empleamos continuamente en este manicomio. Por eso, después de escuchar a todas horas eso de que la ultraderecha es la causante de todos los males, los locos hemos llegado a la conclusión de que hay muchas probabilidades de que la ultraderecha matara a Kennedy en Dallas y a Manolete en Linares.
Debo decir que a nosotros no nos gustan los ultras. De hecho en Cádiz se puso el Non plus ultra, que traducido resulta, después de Cádiz, ni hablar. Sin embargo, he visto un cartelito en el escaparate de un comercio de la capital que reza: Ultramarino es la palabra más bonita del español. Al fin y al cabo es una opinión cargada de romanticismo y de lejanía. Pero a los incansables palmeros, que hasta son capaces de aplaudir a la orquesta del Titanic en pleno hundimiento, les vamos a dejar hoy las cosas claras con respecto a la idea y a la intención que encierra la palabra ultra.
Partamos de la base de que en el espacio no existe eso de arriba o abajo, delante o detrás, dentro o fuera, izquierda o derecha. Eso dicen los enterados que se tiran el día embobados contemplando el espacio. Así pues, el que emplee esos términos de izquierda o derecha, aunque les ponga delante ultra, nos están tomando la cabellera. Aquí en el manicomio no sabemos ni donde estamos, pero vemos con claridad que la Tierra es redonda como una pelota y no plana como el cerebro de alguno que yo me sé. Habría que defender esa redondez con todas sus consecuencias. Por tanto, los locos hemos pensado que, si viajamos como Elcano hasta el final de donde nos lleve la derecha, dándole la vuelta a la pelota del mundo, nos encontraremos por fuerza empotrados con la ultraizquierda. En consecuencia, tan mala y cercana sería la ultraizquierda como la ultraderecha.
Sin embargo, en cuanto aparece una noticia con mala pinta, inmediatamente los gobernantes interesados sueltan que la culpable es la ultraderecha. Y después, como el eco, cada uno de los grillos de la pandilla va repitiendo la misma cantinela. Que sube el pan, ha sido la ultraderecha; que sube la gasolina, la ultraderecha; que bajan los sueldos, la ultraderecha… Ya veremos de qué ultra es el jefe de la policía que ha camuflado veinte millones detrás de una ultrapared de su casa. Nosotros decimos que hay veces que es necesaria una bofetada con la derecha, para que los que hipócritamente se autodenominan de izquierdas, vayan tomando buena nota. Estos deberían saber que, cuando triunfa un dictador, clasificado siempre como facha de derechas, es porque los que podían haberlo evitado han estado dándole alas con sus indecentes comportamientos. Se recoge lo que se siembra.
Pero a ver si vamos a ir cambiando ya la música de siempre, porque suena aburrida y chocante. Hay por ahí un pensamiento: Si no sabes en qué dirección se afloja o aprieta un tornillo, recuerda: la derecha oprime, la izquierda libera. Sin embargo, los locos creemos que se puede apretar o aflojar un tornillo sin necesidad de robar, ni de mentir, ni de tomarnos por imbéciles, sino simplemente con un destornillador.
También hay otra idea: El sabio defiende a su país, el tonto defiende a su partido y el corrupto defiende a su ladrón.
Ahora, como suele ser costumbre en estas tierras, clasifíqueme en el lugar del espacio que quiera, póngame en el lado que prefiera, pero por favor, si es posible, que sea fuera de este manicomio.
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