Conjunción de elementos: envidia, modernidad, catetismo importado, incapacidad, especulación… se han confabulado contra ti, Sevilla. Un cúmulo de desgracias para acabar con tu gracia, tu figura, tu forma de ser, tu alma. Las ciudades “moelnas” no tienen alma, porque el alma es unipersonal y la “moelnidad” es adocenada. Vista una ciudad, vistas todas, diferenciadas tan sólo en la altura de sus edificios, pero incluso en eso algunas buscan semejarse a las que no han tenido la fortuna de acumular siglos de existencia, y hasta les faltan escrúpulos para permitirse ignorar esa cultura acumulada.
Cuando una gran empresa de grandes almacenes se antojó por una manzana para expandir su negocio en Sevilla, ni el mismísimo Director General de Bellas Artes pudo frenar el desastre. Nada pudo detener el poder destructivo del dinero, perdidasdos muestras únicas del Arte Barroco y regionalista. Tan sólo el techo de un salónde uno de los palacios estaba valorado en (1965) en cien millones de pesetas. Lo avisó el especialista Joaquín González Moreno, conservador de la “Casa de Pilatos”, dónde todavía se conserva el gemelo.
La lucha no empezó ahí. Por desgracia. Años antes, un alcalde decidió presentar al rey un espacio despejado tras la Catedral. Y, si se descuida, desaparece el Barrio de Santa Cruz y hasta el Alcázar. Anda que si su Majestad se llega a retrasar unos días, que entonces no había “AVE”, y el “alcalde Palanqueta” hubiera tenido más tiempo… Menos mal que Sevilla se auto-recupera, renace de sus despojos. De los despojos que dejan de ella tantos depredadores de la vida humana. Y del mini-ensanche hecho alrededor de la Iglesia “tal que quienes la vieren nos tomaren por locos”, surgió el recuerdo del “Triunfo de Sevilla sobre el terremoto de 1755”, que dio nombre a la plaza diseñada por Juan Talavera y la magnífica obra escultórica de Coullaut Valera. Suerte, disponer de artistas, con que contrarrestar a los de la piqueta. Porque mucho antes, los descendientes políticos de Olavide, ni siquiera se fijaron en que la mayor parte de la muralla circundante había quedado encerrada, incrustada en los edificios construidos en su torno. Y, pese a su conformación urbana, con una avenida que bordea el casco histórico, quienes “bordearon” fueron los otros, convencidos (angelitos) de que, para el desarrollo urbano de la ciudad, estorbaba la muralla.
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