Las siglas RRSS corresponden a redes sociales e incluyo también en este artículo internet y los videojuegos, que, en manos de menores, muchas veces pueden ser más peligrosos de lo que pensamos. Para empezar, más de la mitad de los videojuegos que utilizan los menores están clasificados por PEGI (Pan European Game Information) o, lo que es lo mismo, Información Europea sobre Videojuegos, como NO adecuados para menores de 18 años. De hecho, o así debería ser, cuando un menor adquiere uno de estos videojuegos, debe hacerlo con la autorización de sus padres, sabiendo que dicho contenido no es recomendable para menores de 18 años. Normalmente, incluyen violencia, actitudes machistas y vocabulario inadecuado, entre otras barbaridades que acaban convirtiéndose en un lenguaje habitual para la juventud o en un modelo a seguir en su comportamiento diario.
Titulé este artículo con el número 017, que corresponde al teléfono que debe marcar cualquier integrante de la comunidad educativa como línea de ayuda en ciberseguridadAdemás de los videojuegos, a través de internet y en un dispositivo tan accesible como un móvil, los menores empiezan a tener contacto con la pornografía. Teniendo en cuenta que para la fecha de la comunión el 90% de nuestros menores ya tiene móvil, cuando la normativa española marca los 14 años como la edad recomendada para su uso, resulta que el contacto con contenidos pornográficos se produce, en muchos casos, antes de los 10 años, unido al escaso conocimiento y conciencia que tenemos los padres sobre la privacidad y la intimidad del menor. Siguiendo estos patrones, estos niños desarrollarán un sentimiento afectivo-sexual basado en la pornografía, con un aprendizaje totalmente erróneo, formando parte de su personalidad. En estos casos, estamos programando a futuros violadores sexuales en grupo, ya que diversos estudios concluyen que en muchos casos parten de ahí.
Solo el 29% de los padres establecen normas de seguimiento del uso de las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) por parte de sus hijos; el 58% de los jóvenes admite haber aceptado a algún desconocido en una red social y el 22% llegó incluso a quedar con ese desconocido que conoció por internet. El problema comienza con ese escaso control parental, porque, por ejemplo, todos los menores entienden que los cuchillos de casa son utensilios de cocina y no un arma mortal. Desde pequeños se les ha enseñado su uso, cómo no deben utilizarse y el daño que pueden causar. De esta misma manera se debería enseñar el uso de las tecnologías y las redes sociales, evitando que los jóvenes se autoeduquen.
Otro dato preocupante es la violencia que se ejerce sobre los jóvenes en las redes: el 75% la ha sufrido en alguna ocasión. Para ello, estos ciberdelincuentes se basan en los datos que pueden recopilar. Cuantos más datos haya, más atractiva es la víctima para el acosador y más vulnerable se vuelve. Es la llamada huella digital, donde dejamos un rastro de nuestras aficiones, gustos, preferencias, contactos, familiares, hábitos... Los educamos para no hablar con desconocidos, pero les permitimos que se comuniquen con ellos a través de la pantalla.
Todavía queda un aspecto más: como son menores, los responsables son los padres, y si se produce un daño a otro menor, papá y mamá tendrán que asumir las consecuencias económicas de la mala actuación de su hijo/a, además del daño irreparable que se cause al otro menor. Una medida muy acertada en este aspecto es la prohibición del uso del móvil en los centros educativos, lo que ha supuesto un descenso considerable del acoso escolar a través de internet. Antes, el acoso solo ocurría en el tiempo de recreo, pero posteriormente se convirtió en una actividad que podía ocurrir a cualquier hora del día. Se calcula que el 31.6% de los adolescentes pasan unas cinco horas diarias frente a la pantalla, y durante los fines de semana esta cifra aumenta hasta el 49.6%.
Otro dato alarmante que justifica este escrito es que más del 83% de los menores tienen un perfil en al menos tres redes sociales, y más del 61% tiene más de un perfil dentro de una misma red social. La principal causa es el aburrimiento, lo que los lleva a sacar el móvil y comenzar "su creatividad".
Titulé este artículo con el número 017, que corresponde al teléfono que debe marcar cualquier integrante de la comunidad educativa (padres, madres, docentes, directivos o alumnado) como línea de ayuda en ciberseguridad. Para avanzar en el buen uso de las tecnologías, debemos basarnos en cinco pilares fundamentales: seguridad, privacidad, valores, pensamiento crítico y respeto. Una vez más, la confianza entre padres y menores debe ser fundamental para que, si el menor nota que está en peligro o tiene cualquier duda, pueda dirigirse a sus progenitores sin miedo y recibir los consejos adecuados. La autoestima es otro de los aspectos que hay que potenciar en los jóvenes para evitar que se conviertan en víctimas o verdugos. Así que ya saben, no seamos tan despreocupados con las tecnologías, ya que el lobo de internet acecha y se esconde tras la piel de cordero.
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