La resolución del conflicto tendrá que esperar una vez más, pues es imposible negociar entre tanto odio. El pueblo de Israel, motivado y espoleado por su propia desgracia en la Segunda Guerra Mundial, no paró hasta formar su propio estado amparado por la Comunidad Internacional. Un estado democrático que elige a sus gobernantes y hay relativa libertad, si no fuera por el reclutamiento forzoso de sus ciudadanos y ciudadanas que se integran en el ejército por muchos años, truncando así muchas vidas laborales y propiciando que la conciliación familiar sea una utopía. Por su parte, los palestinos aún están en proceso de vertebrar las instituciones que conforman un estado. La Comunidad Internacional, generalmente, apoya a Israel, dado que hay muchos grupos de la diáspora integrados en los círculos de poder de EEUU. y de la Unión Europea.
La solución al conflicto no llegará sin concesiones por ambas partes. Hamás tiene que dejar de bombardear Israel y de fomentar los atentados terroristas que golpean cualquier punto del país en cualquier momento. E Israel tiene que abandonar Gaza y Cisjordania. Es imprescindible la formación de un estado Palestino, democrático, y Jerusalén debe ser la capital de ambos estados, con soberanía compartida. No se debe olvidar el papel que los cristianos juegan en la ciudad, lo que introduce un tercer elemento de discordia. Jerusalén debería estar controlada por la Administración Israelí, por la Administración Palestina y por la Unión Europea, por proximidad y por Historia. El reparto debería ser o bien geográfico o bien por zonas de influencia, eso es lo de menos. Y Europa debería actuar sometiendo a arbitraje cualquier conflicto que pudiera surgir de la doble capitalidad. No sería la primera vez que una ciudad se declara internacional. Esto es la base para futuras negociaciones.
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