El valor de las pequeñas cosas nos estimula curiosidad y nos provoca entusiasmo . Esa es tal vez la mayor fortuna de cualquier ser humano, ya que nos impulsa a una forma de ser y estar en el mundo, más que el deseo irrefrenable de acaparar y tener cosas , que al final nos damos cuenta que por mucho espacio que ocupemos nos sentimos vacíos.
Percibimos con los años que somos imparables si mantenemos la actitud de continuar aprendiendo, de seguir luchando por aquellas cosas en las que creemos, de no dejar de ilusionarnos por la visión de un paisaje desde lo alto de la montaña o paseando a la orilla del mar.
Prestar la máxima atención a los más pequeños y a los mayores, ayudar con todos nuestros medios a los vulnerables y disfrutar de los aromas que la vida nos ofrece, que las luces nos sirvan para alumbrarnos y no para cegarnos y deslumbrarnos.
Debemos aprender a hacer un buen uso de llevar el mundo en los bolsillos , de que nuestros móviles no pueden esclavizarnos sino entusiasmarnos y despertarnos la curiosidad , y que el mayor talismán para tener suerte y conseguir nuestros objetivos es nuestro esfuerzo y trabajo .
Si no queremos dejar de sorprendernos, interesémonos por los demás y sus cosas, entrenándonos en proyectar otras miradas sobre quienes y lo que nos rodean , sabiendo descubrir un paraíso en lo cotidiano y saber conquistar el secreto de cada día .
Con entusiasmo y curiosidad, hemos de ser los grandes aliados de las ganas de vivir, del amor por las pequeñas cosas y motivaciones para no dejar de soñar y dar un toque personal a todo lo que decimos y hacemos, estando comprometidos con el optimismo y las ganas de conocer las cosas, de intuir cual es la chispa de los acontecimientos.
Cuando hacemos los que nos gusta, resplandecemos y miramos con valentía desde el presente hacia el futuro y estamos en condiciones de exigir todos nuestros derechos , sin necesidad de que nadie nos haga favores ni tengamos que inventarnos excusas o fabricarnos mitos inútiles.
Si nos dedicamos a observar la realidad con curiosidad y entusiasmo , en muchas ocasiones como diría ese gran filósofo alemán que fue Feuerbach; antropólogo y crítico de la religión ; da toda la impresión que rompiendo toda lógica, parece que preferimos las copias a los originales , y así surgen redes de doctores de la nada que se dedican a pontificar desde sus falsas cátedras o intentan en el atrevimiento de su osada ignorancia criticar sobre todo aquello que desconocen. Son el peor sentido de la palabra , falsarios.
De todas formas en este camino de decencias y decepciones que es la vida , muchas son las situaciones en las que las cosas no son las que parecen , ni la gente como realmente creemos. En ocasiones la diferencia es tan abismal como los actores en la vida real y los personajes que interpretan en el escenario, como lo que realmente nos gusta y lo que decimos que nos vuelve locos o tan paradójico como sentirnos cómodos y satisfechos en la austeridad y molestos e irritables en la opulencia.
Una imagen vale más que mil palabras, aunque en ocasiones un solo vocablo pueda retratar cientos de paisajes y personajes , porque como afirma ese marinero en tierra que era Alberti abren puertas sobre el mar, o nos salven de la tristeza como expresaba Truman Capote .
Por mucho ánimo y fortaleza que le echemos a nuestros pensamientos y actuaciones , estamos invadidos de incertidumbres , de preguntas sin respuestas , de apariencias que parecen reales. Cuántas veces nos hemos cuestionado sobre la utilidad de eso que tantos esfuerzos y dolores de cabeza nos ha producido , y tras el paso del tiempo que todo lo cura y coloca en su sitio a cada cual , hemos descubierto que lo que nos quitaba el sueño no era sino un espejismo del momento , sucedáneos o sustitutos de mala calidad.
Tal vez, y esto les ocurre con frecuencia a los personajes de cartón piedra que permanecen encumbrados en sus atalayas de la mentira , incapaces de desentrañar lo que ocurre en su exterior, con el serio conflicto que mantienen en su interior.
Entre premuras y aspavientos , llenamos nuestras agendas con reuniones sin fin , con el buen y loable impulso de querer mejorar el mundo , pasamos demasiadas horas oyendo hablar sin parar a los que menos saben de las cosas , mientras que aquellos que menos ignoran , se lo piensan mucho antes de decir ”esta boca es mía”
También resulta banal y vulgar aquellos que basan sus opiniones en todo lo que digan los demás , y que en ese afán de estar por encima del prójimo y creerse únicos , no se dan cuenta que cuanto más lo intentan, más forman parte de la indiferencia global , que pretende simplificarlo todo mediante la glorificación o la satanización de lo que nos agrada o fastidia.
De ahí que más veces de las deseables , las cosas no son lo que parecen, en una constante intervención por parte de los distintos poderes de cirugía estética y maquillaje que nos envuelve y pretende, alejarnos de nosotros mismos , impulsándonos a la consecución de metas que no llevan a ninguna parte.
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