La Imora es ese paraje con mayor riqueza acuífera de Jaén, en el que el propio Condestable, Miguel Lucas, quiso rentabilizarlo con la construcción de una fuente y un abrevadero.
En este andurrial se concentrarán todos los fieles de la Virgen Blanca para celebrar su romería que, por cierto, existe un turismo de peregrinación que busca el encuentro con otras personas, según trasladaba un grupo de no jaeneros que recorrían la geografía nacional captando los sentimientos que pululan en el ambiente.
La Cofradía de la Virgen Blanca tiene sus orígenes en el año 1527 cuando un grupo de hortelanos determinaron construir una ermita para asistir a las celebraciones religiosas sin tener que abandonar sus huertas, por el miedo a los robos que les acuciaban.
Entorno a la romería existe una cultura gastronómica, también exportable, unas tradiciones, unos cánticos y sus leyendas. Cuando surgió este tema durante el parloteo con esta familia, transitadora de romerías, se acercaron en exceso a este servidor interesándose por la de esta virgen.
El que esto escribe tuvo la tentación de derivarle a su publicación Leyendas del Santo Reino de Jaén, pero conocedor de que estaba agotada, decidió trasladar, de forma escueta, aquella historia sucedida en el siglo XV cuando un hortelano, que araba su parcela minuciosamente, decidió descansar sobre una piedra para reponer algo de fuerzas. Con parsimonia se levantó del pedrusco y quedó totalmente sorprendido al comprobar que bajo ese gran guijarro había una imagen, de reducidas dimensiones. Era la Virgen María labrada en alabastro. A partir de ese momento se le conoció como Santa María de la Blanca, por su cromatismo.
El próximo domingo, el paraje de La Imora sucumbirá ante el asombroso cuidado de los peregrinos que optan por acompañar a la Virgen Blanca, que desde esos tiempos fue adorada y según los parientes de antaño algún milagrillo había practicado.
Esta familia romera, entusiasmados con la exposición, decidieron llamar de inmediato a otro grupo que viajaban por la zona para que no se perdieran tan evidente muestras de patrimonio jaenero.
¡Ah!, al resto de lectores, recordar que primero tenemos que hacer patria nosotros mismos… Así, que todos a La Imora.
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