A mitad de camino, sin embargo, los peores temores parecían materializarse, y la lluvia comenzó a hacer acto de presencia. En la misma confluencia de la calle Álamos, las finas gotas pasaban a convertirse en densa lluvia, por momentos, y los pasos de Jesús Nazareno, Nuestra Madre de Dios del Rosario, San Juan Bautista y la Mujer Verónica arreciaban el paso, nuevamente, hacia consolación, en lo que parecía ya una carrera desesperada.
Sin embargo, hubo unos minutos más de clemencia, y el público congregado pudo disfrutar de una comprimida versión de ese paso siempre ahogado de vítores e incluso lágrimas de la imagen de Jesucristo portando la pesada cruz por el Llanillo, antes de volver bajo el manto protector de Consolación, ante la incesante llovizna.
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