Tomar la decisión de no realizar la estación de penitencia es la deliberación más compleja a la que tienen que hacer frente los oficiales
Pasara lo que pasara, se metiera el día en agua o se abrieran los cielos para dar paso a un sol de justicia, las juntas de gobierno que se vieron ayer en la tesitura de tener que celebrar cabildos de oficiales para estudiar la conveniencia de salir a la calle, estaban equivocadas de antemano.La decisión de realizar o no la estación de penitencia es sin duda la más difícil a la que se hace frente cuando se asume una responsabilidad en una hermandad, y quienes la adoptan siempre encontrarán en contra a un grupo de hermanos que no la entiendan. Pero hay que tener en cuenta una serie de factores que complican la cuestión: en el momento de encerrarse a deliberar, los oficiales cuentan con pocos minutos para analizar datos de horarios, predicciones meteorológicas y decisiones tomadas por otras corporaciones. Y todo ello, a pocos minutos para la salida, y con la presión psicológica de llevar vestida la túnica. En ese instante, además, se vienen a la mente las historias personales que conocen cada uno de ellos: el costalero que se retira ese año de la trabajadera, el monaguillo que sale por primera vez, o el hermano fallecido por el que los varales del palio lucen crespones negros. Tomar una decisión a gusto de todos en ese instante es prácticamente imposible y aún así, las más de las veces se impone la responsabilidad con el patrimonio y con los hermanos que forman el cortejo.