Tras más de 500 días de guerra, unas inundaciones sin precedentes que han destruido presas y poblados enteros, y un nuevo brote de cólera que amenaza con causar una nueva emergencia sanitaria, Sudán y los sudaneses se encuentran en el abismo de la que ya es la peor crisis humanitaria del planeta.
La guerra entre el Ejército de Sudán y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), iniciada en abril de 2023, supuso un duro golpe en un país que ha ido perdiendo las esperanzas de lograr la paz tras décadas de conflictos, algunos de ellos de tintes étnicos.
Con los frentes de batalla aún abiertos, esta temporada de lluvias ha sido especialmente catastrófica y ha obligado a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares y ha provocado un brote de cólera en el contexto del colapso casi completo del sistema sanitario.
"Nuestras vidas son miserables. Sufrimos para obtener comida, alojamiento y medicinas", dice a EFE Salem al Taher, refugiado de guerra en el estado de Kasala, en el este de Sudán, una de las regiones más afectadas por las inundaciones.
Lejos de terminar
La guerra ha causado entre 30.000 y 150.000 muertos, según diferentes estimaciones; más de 10 millones de desplazados internos y refugiados en países vecinos; y más de 25 millones de personas -la mitad de la población- que sufren hambruna.
Sudán es el escenario de la peor crisis humanitaria del planeta, protagoniza la mayor oleada de desplazados internos del mundo ha dejado a millones de refugiados sudaneses en el exterior sin poder regresar a su país.
El conflicto prosigue con mayor virulencia y, a grandes rasgos, ha dividido Sudán en dos áreas: el oeste, la zona de Darfur y la frontera con Chad el principal bastión de las FAR; y el este, la zona costera, donde el Ejército se mantiene fuerte.
Las peores inundaciones en décadas
La temporada de lluvias, entre junio y agosto, ha sido particularmente destructiva en el norte y el este del país, hasta ahora zonas "seguras" para cientos de miles de desplazados por la guerra.
El meteorólogo sudanés Suleiman al Amin, dijo a EFE que Sudán no había registrado semejantes tasas de lluvia desde 1988, algo que atribuyó a los efectos del cambio climático, ya que este año las precipitaciones han tenido lugar en zonas desérticas donde las precipitaciones son poco comunes.
Al menos 138 personas han fallecido por las inundaciones, que han afectado a 16 de los 18 Estados del país africano y han provocado la destrucción total o parcial de unas 33.000 viviendas, según las autoridades.
Naciones Unidas informa de que esta catástrofe es responsable del desplazamiento adicional de unas 120.000 personas, mientras que se calcula que ha dejado más de 317.000 afectados, especialmente en las regiones de Jartum, Al Yazira, Kordofán y Darfur.
El ministro de Solidaridad Social del estado de Jartum, Sidiq Hasan Fernie, dijo a EFE que se han dispuesto 160 refugios para acoger a los desplazados, número insuficiente pese a que el 60 % de la población de esta región (unas 11 millones de personas) ya abandonó la capital para escapar de la violencia.
El colofón de esta catástrofe ha sido el colapso, el pasado día 25 de agosto, de la presa de Jor Arbaat, en el este de Sudán, que ha provocado la destrucción completa de al menos 20 aldeas y daños en otras 70 poblaciones y ha dejado a más de 50.000 personas "gravemente afectadas", reporta la ONU.
Hay al menos 60 muertos y "decenas de desaparecidos" por este accidente, en un contexto en el que las inundaciones y las lluvias hacen virtualmente imposible el acceso a la zona afectada.
Cólera
Y mientras, en tan solo un mes, entre julio y agosto, se han registrado 1.223 casos de cólera y la muerte de 48 personas, indicó a EFE el portavoz del Ministerio de Salud del país africano, Mohamed Ibrahim, que advirtió que en las últimas horas se han monitoreado 102 nuevas infecciones.
Hasta el momento, este nuevo brote se está extendiendo en cinco estados: Kasala, Gedaref, Al Yazira, Jartum y Nilo, también afectados por las fuertes lluvias y, por ende, propicios a la aparición de enfermedades transmitidas por el agua como el cólera.
Naciones Unidas ha advertido que los desplazados son los más vulnerables a la enfermedad, principalmente por la falta de servicios de saneamiento -dilapidados por la guerra- y el hacinamiento en los campos, además de los impedimentos que ponen las partes beligerantes para la llegada de ayuda humanitaria vital.