Entre el desencanto, el estupor y la indignación se mueven las bases de ERC, unos 8.700 militantes que deberán dar el visto bueno definitivo al acuerdo que están cociendo los equipos negociadores de republicanos y socialistas para la investidura de Salvador Illa.
La portavoz de ERC, Raquel Sans, alertó de la "desconfianza" que detecta hacia el PSOE entre la militancia. Ese es uno de los escollos para convencer a las bases, pero no el único, admiten voces de la dirección, conscientes de que el partido lleva más de dos meses en el ojo del huracán.
Desencanto por los batacazos electorales
ERC acumula cuatro varapalos consecutivos en las urnas: en las últimas generales, municipales, catalanas y europeas. Un ciclo electoral pésimo que coincide con el abandono de la vía unilateral hacia la independencia y la apuesta por la negociación con el Gobierno del Estado para encauzar el conflicto político catalán.
Un diálogo que los republicanos reivindican que ha dado frutos -indultos, derogación de la sedición y amnistía- y ha tenido lugar mientras la Generalitat la presidía Pere Aragonès, primer jefe del ejecutivo catalán de ERC desde la restauración de la democracia.
Estupor por la crisis interna
La nefasta noche del 12 de mayo llevó a Aragonès a anticipar que abandonará la primera línea política y a pedir que se asuman "responsabilidades colectivas". A partir de ahí, la pugna interna, hasta entonces soterrada, comenzó a aflorar.
El tándem que desde 2011 formaban el presidente, Oriol Junqueras, y la secretaria general, Marta Rovira, llegaba así a su fin: el primero dimitió, con la voluntad de retomar el liderazgo del partido más adelante; la segunda optó por seguir los pasos de Aragonès. El futuro de ERC se dirimirá en un congreso el 30 de noviembre.
Indignación por los carteles contra Maragall
Las aguas bajaban turbias y solo faltaba que se destapara el origen de la campaña contra Ernest Maragall y su hermano Pasqual. Una investigación periodística reveló que los carteles salieron de las filas del propio partido para generar un movimiento de solidaridad hacia el entonces alcaldable de ERC por Barcelona.
La polémica se mezcló con la pugna interna y llevó a Maragall a darse de baja como afiliado. Militantes consultados están convencidos de que el único objetivo de la "aristocracia" del partido -así la definen algunos afines a Junqueras- es defender sus propios intereses.
Un caldo de cultivo propicio para el castigo
A ello se suma la suspensión 'sine die' del congreso de Barcelona que debía avalar entrar a formar parte del gobierno del socialista Jaume Collboni. La movilización de los partidarios del 'no', más por el momento de la consulta que por el contenido del pacto, hizo que la sala elegida se quedara pequeña.
Una sucesión de episodios, que se añaden a la poca simpatía que despierta Illa en las filas de los republicanos, que hace temer a cargos de la dirección que las bases se revuelvan contra el pacto que encarrilan los equipos negociadores.
"Será la primera oportunidad que tengan los militantes para emitir un voto de castigo", señala una voz con décadas de experiencia en ERC. Otras, más optimistas, confían en que la "madurez" de la militancia permita separar los vaivenes internos del contenido del que debe ser "un buen acuerdo".
El factor Junqueras
La fórmula idónea para que los militantes avalen el acuerdo parece clara: que la actual dirección, encabezada por Rovira, y Junqueras defiendan que el pacto es bueno. Un "cierre de filas" para el que se lleva días trabajando, si bien diversas fuentes ven improbable que Junqueras acepte mojarse.
Eso pese a que una eventual repetición electoral se prevé nefasta para ERC, ya que podría perder más apoyos y ni siquiera tiene un candidato definido, con Junqueras todavía inhabilitado para cargo público, pese a la amnistía.
El precedente del Estatut
No sería la primera vez que las bases republicanas se revuelven. La última ocasión en la que sucedió, quizás la más sonada, fue en 2006: ERC había remado a favor del Estatut en el Parlament, pero recibió con desagrado cómo el entonces jefe de la oposición, Artur Mas, pactó una nueva versión del texto con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
La dirección de ERC llamó entonces a votar nulo en el referéndum del Estatut, pero tuvo que rectificar al forzarla las bases a pedir el voto por el 'no'.
¿Y si vuelve Puigdemont?
De superar Illa los primeros dos escollos -el acuerdo con los negociadores de ERC y el aval de sus bases- todavía le quedaría un obstáculo que sortear: el retorno de Carles Puigdemont a Cataluña coincidiendo con la investidura.
Sobre el expresident pesa una orden de detención nacional -tras no aplicársele la amnistía por el delito de malversación- de modo que si vuelve a Cataluña, como ha prometido que hará, puede acabar en prisión. Cómo actuaría ERC en este escenario será la incógnita a despejar. Rovira, preguntada hace días por ello, resolvió: "Si nos implica un reto táctico, lo sabremos asumir".
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