Debo agradecer el haber tomado la pluma nuevamente con este motivo a la amabilidad de alguno de mis lectores que se han tomado la molestia de recordar anteriores colaboraciones mías en este sentido en los foros de nuestro digital Créanme que yo casi las tenía olvidadas pero al recordar lo escrito, recordar es volver a vivir, no me ha quedado más remedio que preguntar a mis habituales comadres de confidencias y no me gustado nada la postura del perro. Los rumores, antesala de las noticias, son continuos en los mentideros políticos. Las visitas a los concejales y concejalas -esto último no es apuntarse a las tesis de Bibiana sino poner de manifiesto una realidad económica- han sido recurrentes con objeto de intentar un cambio de criterio de última hora que, salvo sorpresa, llega muy tarde. Los intereses son de tal nivel que el normal de los mortales, mi caso es uno de ellos, no alcanzamos a comprender. Pero, como si de una teoría conspiratoria se tratase, hemos de intentar entenderlo. Imaginémonos una situación teórica: un grupo de empresas cuya actividad principal no tiene nada que ver con la construcción comete el error de subirse a la burbuja maldita. Explosiona ésta y los beneficios de años de trabajo sacrificado plantando y recolectando la vid de la que hablaba nuestro Señor, en silencio y siguiendo los pasos de años de educación y costumbre , se ven amenazados por las consecuencias de una ambición desmesurada que se ha echado en brazos de un mortal apalancamiento financiero. El camino a la solución está en manos de quienes, ERE que ERE, tienen el poder con mayúsculas para dar solución a los activos contaminados. El lunes, un día antes del pleno, las Cajas de Ahorros deben entregar al Banco de España sus planes de viabilidad para calcular los miles de millones que el Estado debe aportar para su sanemamiento. Al día siguiente, un acuerdo plenario podría desintoxicar los activos. ¿Me siguen?
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