Con solo 35 años, Mohamed VI se convirtió en el rey de Marruecos en 1999. En su discurso de asunción habló de una monarquía constitucional, la liberalización económica, la pobreza, el desempleo y la inequidad como sus prioridades. Transcurridos 25 años desde entonces, se han producido importantes avances en el país magrebí si bien, como la propia monarquía reconoce, queda aun una dura tarea por delante para que los frutos de su gestión lleguen a todos los sectores de la sociedad. "La búsqueda de esa repercusión en la comunidad marroquí en su conjunto sigue siendo un eje omnipresente en su magisterio", según indica el análisis especial del Instituto de Coordenadas del XXV aniversario de la coronación de Mohamed VI.
Tras ese cuarto de siglo de reinado, el monarca Mohamed VI vive un momento de reafirmación de la autoridad constitucional, apunta esta entidad, que añade que, "más allá de la discreción que le caracteriza, el énfasis en una acción de gobierno transformadora y muy pendiente de trascender las limitaciones para mejorar la vida de sus súbditos, tratando de que la reconocida resiliencia de su economía permita incidir en la reducción de la pobreza y de la vulnerabilidad social, muestra un permanente afán de cercanía para abordar esas inquietudes que pesan en el día a día de la población marroquí".
Sostiene que cuando Mohamed VI llegó al trono generó grandes expectativas. Tanto es así que fue apodado como el 'Rey de los pobres'. Su reinado fue el inicio de un proceso de modernización que significó una vuelta de página en la historia contemporánea de Marruecos.
"Y su destino era, en efecto, el de convertirse en un monarca enérgico y modernizador. De hecho, una de sus primeras y más sobresalientes decisiones fue la de crear una Comisión de Equidad y Reconciliación para responder a las expresiones de desasosiego manifestadas por algunos sectores sociales, reformó la moudawana, que regula la vida privada de toda la población musulmana marroquí, el código legal islámico, facilitando a las mujeres el divorcio, y construyó una red de autopistas y ferrocarriles en todo el país. Los medios comenzaron a referirse a Mohamed como “el salvador”, que por fin convertiría el reino en un Estado moderno", continúa.
El Instituto Coordenadas destaca que el Marruecos de 2024 no es el del siglo pasado. "Ha cambiado por completo: ahora hay apertura, tolerancia y una lucha contra el extremismo, valores todos fundamentales en un mundo que se mueve en la buena dirección". Cabe tener en cuenta que la monarquía marroquí no es tan antigua como parece, sino que data de 1957. Cuando los franceses colonizaron Marruecos a fines del siglo XIX, centralizaron el Estado y formalizaron sus límites. También aumentaron la autoridad del sultán –que más tarde se convirtió en rey– y transformaron sus diputados, o makhzen, en una democracia moderna.
El análisis apunta que "si en algo se ha comprometido muy enfáticamente Mohamed VI es en las cuestiones internas, condicionadas por la falta de recursos naturales propios, y ante la necesidad de preparar el país para un periodo de cambios de gran calado global, propios de un momento de inflexión histórica".
Apostó entonces por el turismo (con más de 12 millones de visitantes anuales, es actualmente el primer destino africano), la agricultura, la industria automovilística y, sobre todo, por el desarrollo de unas infraestructuras que iban a cambiar el país: una extensa red de autopistas, aeropuertos modernizados, un tren de alta velocidad único en África y, la joya de la corona, el puerto de Tanger Med, inaugurado en 2007, que en solo diez años se convirtió en el mayor de África en tráfico de contenedores.
REFORMAS
"Ese balance positivo de su reinado es inseparable de los avances en infraestructura energética y de transporte, pero también de las reformas institucionales. La Monarquía Patriótica y Ciudadana, la defensa de la opción democrática y de desarrollo, la apuesta por las reformas y por un Marruecos moderno forman parte de una visión centrada en el logro de un desarrollo humano y comprometido con políticas sociales llamadas a facilitar la complicidad cívica con su proyecto", agrega.
También ha debido encarar momentos difíciles como el atentado terrorista múltiple perpetrado en 2003 por doce suicidas que mataron a más de veinte personas en distintos puntos de Casablanca (la mayoría en la "Casa de España") que obligó a tener en cuenta no solo la ambición del desarrollo económico sino también la apuesta por la seguridad como elemento a considerar en la política aperturista. También la Primavera Árabe (2010-2012), "a la que supo responder con una dinámica reformista", dice el Instituto Coordenadas.
En el largo plazo, relata que para el próximo cuarto de siglo en la agenda de la monarquía seguirán pesando la obsesión por lograr una mejor redistribución de la riqueza, la consolidación del tejido institucional, la modernización de la arquitectura orgánica del país en todas sus dimensiones y la superación de los retos territoriales que aun imponen un costoso compromiso con la seguridad de las fronteras.
"Es por ello que en los fastos por el 25 aniversario del acceso a la Corona, cabe prever que no faltarán en los habituales discursos a la nación la referencia a la preocupación por que todos los marroquíes por igual y estén donde estén, gocen de una vida libre y digna", sostiene esta entidad.
RENOVACIÓN
El reino de Marruecos, como Estado musulmán, "soberano, aferrado a su unidad nacional y su integridad territorial, está resuelto a preservar, en su plenitud y su diversidad, su identidad nacional unida e indivisible. Su unidad, forjada por la convergencia de sus componentes árabe-islámicos, amazighes y saharo-hassaníes, se ha nutrido y enriquecido de sus afluentes africanos, andaluces, hebraicos y mediterráneos".
Cumplido un primer cuarto de siglo, sin romper con el pasado ni desprendiéndose de cierto sentido de la continuidad, Marruecos se halla inmerso en una nueva etapa basada en la renovación y actualización de su modelo, una etapa prometedora que marca un esfuerzo adicional por sumar a Rabat al tren de los países avanzados. "La consolidación de los importantes logros alcanzados se antoja un principio básico que reforzará la confianza interna e internacional", concluye el Instituto Coordenadas.