Calificado y definidas, pues, mis líneas de expresión escrita, entremos en materia y abordemos, con la plenitud y alegría que corresponde, la llegada de una nueva cuaresma en nuestra cofrade ciudad, exprimiendo al máximo y viviendo con pasión cualquier momento que tengamos oportunidad de disfrutar, sea el vía-crucis, los numerosos actos cofrades, los, tan importantes, cultos que se den, los pregones y el, tan ansiado, pregón de Don Miguel Morgado. He dicho cofrade ciudad porque nuestra ciudad es más cofrade que nada. Esto que lo tengan presente todos, desde el que se va a Grazalema hasta el que se queda aquí, faltando el respeto y haciendo que nuestras cofradías tengan que modificar sus horarios de estación de penitencia, aunque con alguna no van a poder salirse con la suya.
Cádiz es cofrade más que nada, de su madrugá y de su virgen del Rosario, viñera como las Penas, Cádiz es San Lorenzo por su Caridad y su Dolores del Descendimiento, por muchos “intelectuales progresistas” que, estúpidamente, relacionen modernismo con su rancio laicismo militante.
Cádiz es cofrade, señoras y señores, porque, le pese a quien le pese, ya ha limpiado su varilla y aguarda en Jabonería a su amado Nazareno, porque se ha puesto su mantilla cigarrera y espera en la calle Plocia a Jesús de la Salud, Cádiz, señoras y señores, es cofrade y católica, de su Corpus soleado y de su Domingo de Ramos, y este miércoles pasado, desde su balcón al mar, tiró al viento del sur la ceniza de la palma gloriosa con la que recibió el pasado año a Jesús de la Paz y se ha puesto el capirote para esperarle de nuevo, en su alameda Apodaca.
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