No por mucho gritar se canta mejor o se lleva más razón. Si probamos a bajar la voz nos expresaremos con más sosiego , calma y tranquilidad , pero mereceremos mas atención de quienes pasan a oírnos a escucharnos , lo que perciben en lo que decimos como las cosas pueden cambiar y la realidad no es una foto fija.
Dialogaremos para encontrar los puntos de encuentro y los espacios de desacuerdos. Nuestras voces se unirán con sus distintos tonos y timbres, y tendremos más fuerza en la consecución de nuestros objetivos y con la aportación de todos construiremos una sociedad mejor.
Los amos de casi todo procuraran someternos sin son capaces de dividirnos, y apagaran nuestras luces y callaran nuestras voces si nosotros queremos gritar más que ellos, creando una atmosfera de desunión que les beneficia y nos hace más frágiles y débiles.
Nos intentan manejar con gritos y carreras , llevándonos contrarreloj y frenando cualquier intento de diálogo y entendimiento, para que no seamos más fuertes y críticos ampliando nuestros horizontes con nuevos puntos de vista y estando siempre en desacuerdo con el adversario aunque proponga la mayor de las maravillas.
Si queremos detener el ruido que nos rodea , hemos de comenzar por aprender a hablar en voz baja sin sumisiones y con convicciones, en contacto con la realidad y la actualidad, cuidando el lenguaje sin insultos y con ingenio y trasladando los mensajes que queremos con claridad y contundencia.
En nuestras relaciones por muy gratificantes que sean , hay veces que acabamos gritando , bien porque todos los hacemos y hay un efecto contagio o porque estamos en un ambiente en el que la acústica es desastrosa y fallida , y nos queremos hacer entender elevando nuestras voces.
No todo vale con tal de atacar al oponente , como hace el PP y Feijóo con Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno de España, se puede discrepar respetuosamente, pero no a base de gritos y transitar por un camino lleno de baches. Y si esto lo llevamos al campo de la política exterior no se puede permitir la deslealtad que supone buscar megáfonos para hablar mal de lo que ocurre en nuestro País. ¡Increíble pero cierto!
La desigualdad aviva la crispación y la insensibilidad ante el dolor ajeno son tal vez, dos de las razones por las que se puede justificar elevar nuestras voces ante la injusticia, mientras que las sutilezas y complejidades exigen que adaptemos nuestro volumen a las circunstancias.
Como ciudadanos tenemos derecho a saber , entre la audacia y la templanza , algunos de los grandes secretos que son solamente escudos protectores que quieren permanecer aislados y no someterse a ningún control ni vigilancia.
Entre el hablar, el rugir y el gritar , nuestras vidas son un interrogante constante,con la que reflexionar y aprender a reírnos de nosotros mismos , capaces de contar excitantes historias y aburridos monólogos , con la entereza desde la divulgación al sensacionalismo , los maquillajes y el postureo.
Quizás seamos parte de un mundo demasiado contado , en la que es necesario parar de vez en cuando y ajustar nuestra brújula revuelta y centrarnos en lo que de verdad importa y que hay gente que siempre van con nosotros aunque hayan muerto, y que en voz baja nos hacemos entender más y mejor, mientras el ruido no aporta nada, salvo distorsión.
Como decía Isaac Newton “Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”.
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