El joven preferido por el público en la edición del programa en la que desde el principio se vio su potencial se subía a las tablas del Real Teatro después de que lo hiciera Mari Ángeles Marín, compañera de programa y de La Isla. Cumplía así con la costumbre de invitar a su espectáculo a la compañera o compañero de la localidad en la que actúa –en el caso de que lo haya-, aunque de forma poco aconsejable.
Es de suponer que cuando se invita a alguien a actuar en su espectáculo el invitado, o invitada, que es el caso, entre a la mitad de la actuación, como solista, haciendo un dúo o las dos cosas, pero no como una simple telonera que fue el papel que le adjudicaron a Mari Ángeles Marín. Y que ella aceptó por respeto al público de San Fernando. Y punto.
La cantante isleña sólo interpretó tres números, uno de ellos por alegrías, antes de que el cantante “titular” ocupara el escenario y los aplausos se mezclaran con los piropos del respetable o de las respetables, porque no llegaban precisamente de los hombres sino de respetables señoras.
A partir de ahí, la noche fue suya y demostró, para los que no lo hubieran escuchado en vivo, que sabe llegar a la gente y no precisamente por su físico, que también. Su voz y su manera de estar en el escenario lo convierten en una garantía de continuidad. Quién sabe si por muchos años.
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