La Catedral de Jaén bien podría denominarse como el templo de la luz. Su conjunto de vidrieras, las más antiguas procedentes del siglo XVII, son una de sus joyas principales, que ahora han sido restauradas para realzar aún más la luminosidad de la seo jiennense en su carrera para ser Patrimonio Mundial de la Unesco.
La Catedral de Jaén fue quizás el primer templo español con esta iluminación blanca y transparente que le otorgaba una belleza sublime. Tanto es así que la reina Isabel II, cuando vino a Jaén en 1862 a venerar el Santo Rostro, quedó impresionada, junto a todo su séquito real, por la luminosidad tan clara del templo.
Rafael Casuso, doctor en Humanidades y profesor de Patrimonio Histórico de la Universidad de Jaén, además de miembro de la Academia de Bellas Artes de Sevilla, lleva dos décadas dirigiendo los trabajos de conservación e estas vidrieras.
La última intervención, que se ha prolongado durante dos años, ha sido sufragada por la Consejería de Cultura con una inversión de más de 900.000 euros y donde participa el maestro artesano José Luis Camacho.
“La restauración ha consistido en desmontar, limpiar y restaurar todo el conjunto de vidrieras de la Catedral (unos 60 vitrales), las transparentes (las que dan luz blanca) y las coloreadas”, explica a EFE Rafael Casuso.
Para ello se han seguido los criterios de la Carta de Nuremberg de restauración: en primer lugar, respetar los añadidos históricos solamente si no impiden la perfecta contemplación del bien.
Después de la Guerra Civil hubo que hacer una restauración de urgencia porque habían quedado muchos vidrios destrozados y se pusieron otros amarillados, que se han desmontado ahora por no ser coherentes con sus orígenes.
Por otro lado, se ha intentado reconstruir de manera fiel al estado original. “Pero cuando no teníamos imágenes precisas de lo que había representado el artista lo que ha hecho ha sido simular, a base de un pixelado cromático, un colorido semejante al que había”, apunta Casuso.
El experto en Patrimonio defiende esta intervención para generaciones futuras. “Esto ya no se a volver a desmontar hasta dentro de muchos años, pues la última actuación fue en 1911, además de otra de emergencia tras la Guerra”.
Finalmente, se han puesto unos cristales isotérmicos en el exterior de los ventanales que protejan de las inclemencias del tiempo y, al mismo tiempo, le den la luz como la conocemos.
Explica Casuso que las vidrieras transparentes se pusieron en el año 1660, que es cuando se consagró la Catedral de Jaén, por encargo del obispo Baltasar Moscoso y Sandoval.
“Las transparentes son las que le dan a la Catedral su gran personalidad, esta luz blanca que contrasta con muchas catedrales españolas donde predomina la vidriera de carácter gótico con una luminosidad más tenue y matizada”, dice.
Las vidrieras más antiguas están documentadas en el Archivo Histórico Provincial y pertenecen a un taller vidriero de Madrid del maestro Pedro del Sol, que las hizo siguiendo un modelo inspirado en la biblioteca del Monasterio de Guadalupe.
Las vidrieras coloreadas, por el contrario, se hicieron por dos donaciones, una del banquero riojano Félix García, un mecenas de las artes, que se las encargó a la Casa Domiciana de Zaragoza.
Posteriormente, la marquesa de Blanca Hermoso se sumó a este proceso de donaciones y ese mismo año, en 1911, dona las vidrieras dedicadas a la Anunciación y a la Asunción de la Virgen.
Respecto a las vidrieras transparentes, su momento más crítico ocurrió cuando, en 1911, el obispo Juan Manuel Sanz y Saravia, promovió un proceso de oscurecimiento de la catedral de Jaén que, aunque no se llevó a efecto, sí logró matizar esa singularidad de la seo.
Una luz que, como explica Rafael Casuso, seguía los ideales puros del Renacimiento italiano, del cual el maestro Andrés de Vandelvira se basó en el tratado de arquitectura de Sebastiano Serlio.
Una de las vidrieras más emblemáticas, la del Santo Rostro, está expuesta actualmente en la Sala Capitular de la Catedral de Jaén.
“Como se perdieron casi todos los tratados medievales durante el Renacimiento y el Barroco los talleres vidrieros, como la Veneciana de Zaragoza y otra firma de origen francés tuvieron que recurrir a otros tratados antiguos para poner en marcha nuevos talleres vidrieros.
“Desde el punto de vista iconográfico la Verónica está representada a la manera oriental, en contraste con la visión que en el Renacimiento se tenía con otro criterio diferente al retablo que hizo Pedro Machuca en el siglo XVI para la Sala Capitular”, concluye Casuso.