Las diez casas reinantes que aún quedan a día de hoy en Europa, incluida la española, han venido acometiendo en los últimos años una clara reducción en el número de miembros reconocidos de la familia real con el objetivo principalmente de garantizar mejor la ejemplaridad que la sociedad espera de ellos y también para reducir el coste que supone la monarquía.
Así se desprende del estudio recogido por Europa Press que ha llevado a cabo Eduardo Álvarez, periodista y doctor en Ciencias Políticas de la UCM, y que, bajo el título 'Familias reales europeas menguantes. Un fenómeno imparable en aras de la racionalización y modernización de la institución en el siglo XXI', ha publicado la Red de Estudios de las Monarquías Parlamentarias (REMCO).
Cuando tras su llegada al trono en junio de 2014 Felipe VI redujo los integrantes de la Familia Real a sus padres, Juan Carlos I y Sofía, a la Reina Letizia y a sus hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, no hizo sino seguir una tendencia que ya habían iniciado otras casas reinantes y en la que también están inmersas otras.
El autor resalta que "ninguna se está quedando al margen del fenómeno de la reducción de lo que podríamos llamar sus núcleos duros, esto es, de los miembros de sus correspondientes dinastías con capacidad de representación y funciones oficiales".
Así, con diversas nomenclaturas, todas han abrazado "la clara distinción entre quienes forman parte del organismo de relevancia constitucional --en el caso español diríamos la Familia Real--, y quienes quedan fuera, aunque tengan un parentesco muy próximo al titular de la Corona --aquí aludiríamos a ellos como familiares del Rey--".
Álvarez identifica entre las razones que explican esta reducción "un interés claro en la racionalización de la institución, un mayor control que sólo es viable sobre un grupo reducido de personas, un indisimulado ahorro económico para el contribuyente, o la preocupación por la imagen, la transparencia y la fiscalización de la actividad de sus miembros".
En este sentido, sostiene que "sin el exigente escrutinio público al que hoy están sometidas las monarquías, probablemente no habría hecho falta la distinción de un modo tan claro entre la familia real y los familiares del rey" si bien aclara que la delimitación de quién conforma la familia real --casa real en la mayoría de países-- no afecta en nada a los derechos sucesorios al trono, "perfectamente regulados en cada país".
UNA FAMILIA REAL REDUCIDA
Actualmente, el modelo más extendido de familia real es el comprendido por "el monarca soberano y su consorte, los progenitores del primero --de haberlos--, sus descendientes y sus familiares de segundo grado, fundamentalmente hermanos y sus cónyuges", si bien el caso de España es más restrictivo.
Aún con esto, dado que este modelo arroja familias reales que podrían considerarse como "demasiado numerosas", "empieza a ser tónica dejar fuera a los nietos del monarca que no sean descendientes del heredero al trono".
Así ocurrió por ejemplo en Dinamarca, donde la reina Margarita II decidió en 2023 que los cuatro hijos de su segundo hijo, el príncipe Joaquín, dejarían de ser considerados como príncipes y de formar parte de la familia real, o en Suecia, donde los nietos del rey Carlos Gustavo que no son hijos de la princesa heredera Silvia también han sido dejados fuera.
También hay casos de "racionalización extrema", según resalta el autor, "como el muy peculiar de Liechtenstein", donde solo hay tres miembros propiamente dichos y donde aún impera la ley sálica, o de Noruega, "que deja fuera de la institución incluso a hijos del heredero a excepción de quien sea su primogénito", por lo que actualmente solo tiene cinco miembros.
Pero Álvarez también identifica otra tendencia, la de la reducción de los miembros de la familia real, "al margen de los deseos del soberano de turno, por decisiones personalísimas de integrantes de las mismas que deciden abandonar toda responsabilidad institucional". Aquí entrarían los casos del príncipe Enrique de Inglaterra o de la princesa Marta Luisa de Noruega, entre otros.
EL EJEMPLO MODÉLICO DE PAÍSES BAJOS
Por otra parte, el autor del estudio pone el acento de que aunque en todas las monarquías se ha optado por la reducción de la familia real, solo en el caso de Países Bajos se ha acometido a través de una ley. El Parlamento neerlandés aprobó en 2002 la Ley de Miembros de la Familia Real en el que se aclara de forma "inequívoca" quiénes la integran, los deberes y obligaciones y también las circunstancias en las que se puede perder este estatus.
En opinión de Álvarez, este debería ser el ejemplo a seguir por otras monarquías europeas, incluida la española. En este sentido, sostiene que la reducción acometida por Felipe VI "no está bien resuelta desde el punto de vista regulatorio".
Así, cuestiona que se hiciera sustentándola en el Real Decreto sobre Registro Civil de la Familia Real de 1981. En él se especifica que solo se inscribirá en él "los nacimientos, matrimonios y defunciones (...) que afecten al Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendentes de primer grado, sus descendientes y al Príncipe heredero de la Corona".
En su opinión, "sería muy aconsejable que esta cuestión de tal relevancia estuviera contemplada en una norma inequívoca y que contemplara todos los supuestos de hecho", dado que interpretado en su literalidad supondría entre otras cosas que la actual Reina Letizia no formó parte de la Familia Real mientras era Princesa de Asturias o que tampoco fueron miembros los cónyuges de las dos infantas.
Por mucho que se quisiera dejar fuera de la institución a las hermanas del Rey --por aquel entonces ya había estallado el 'caso Noos' que salpicaba a la Infanta Cristina y a Iñaki Urdangarín--, Álvarez considera que "se optó por una vía tan fácil como poco rigurosa para un asunto de naturaleza tan trascendental".
A su juicio, la mejor vía habría sido "mediante ley, aprobada por mayoría cualificada, en las Cortes, con la concurrencia del Ejecutivo y el Legislativo". De no ser así, se podría haber optado por un real decreto para concretar a los miembros de la Familia Real o, en última instancia, la propia Casa del Rey podría haber adoptado una norma como hace periódicamente con las cuestiones que afectan al funcionamiento interno de la institución.
HACEN FALTA MIEMBROS SUFICIENTES
Por otra parte, esta reducción conlleva un problema, según subraya el autor, puesto que necesitan tener "suficiente personal al servicio de la institución" para poder acudir a los innumerables actos para los que se les requiere. Así pues, "las familias reales que representan a la institución no pueden estar tan menguadas" que repercuta negativamente en el desarrollo de sus funciones y su capacidad de proyección.
En el caso español, dado que el Rey emérito decidió en primer lugar en mayo de 2019 dejar de participar en actividades de representación de la Corona y en agosto de 2020 se instaló en Emiratos Árabes Unidos, esta tarea recae casi exclusivamente en los Reyes, y en menor medida en Doña Sofía, mientras que la Princesa de Asturias aún tiene pocos actos en agenda y la Infanta Sofía aún es menor de edad.
Esto ha provocado que su presencia sea "más reducida de lo que era pocas décadas atrás" si bien, incide el autor, por el momento no hay ningún estudio científico que mida si esta menor presencia ha tenido algún tipo de impacto.
Asimismo, pese a la distinción que en todos los países se hace entre la familia real y los familiares del monarca de turno, a la ciudadanía le suele costar diferenciar y las conductas y comportamientos de los segundos terminan repercutiendo en la imagen de la Corona. Frente a ello, defiende Álvarez, solo cabe "una enorme labor de pedagogía".