Sudán cumple este lunes el primer aniversario de una cruenta guerra entre el Ejército y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un conflicto que ha sumido a 25 millones de personas, cerca de la mitad de la población, en una grave crisis humanitaria que amenaza con derivar en una hambruna a gran escala, sin visos de que los intermitentes contactos entre las partes vayan a derivar en un acuerdo de paz.
El conflicto estalló el 15 de abril de 2023 tras meses de tensiones entre el Ejército y las RSF --ahora declaradas como un grupo terrorista por Jartum-- en torno al proceso de reintegración de estas últimas en las Fuerzas Armadas, reflejo de una lucha de poder entre ambos grupos en el marco del inestable proceso de transición abierto tras el derrocamiento en 2019 del régimen de Omar Hasán al Bashir.
El proceso de reintegración de las RSF era un punto clave de un acuerdo firmado en diciembre de 2022 para formar un nuevo gobierno civil y reactivar la transición, gravemente dañada por un nuevo golpe de Estado militar en octubre de 2021 que provocó el derrocamiento del primer ministro de unidad, Abdalá Hamdok.
Sin embargo, las conversaciones entre el jefe del Ejército y presidente del Consejo Soberano de Transición, Abdelfatá al Burhan, y el líder de las RSF y hasta entonces su 'número dos', Mohamed Hamdan Dagalo, alias 'Hemedti', derivaron en unas tensiones que provocaron retrasos en la formación de dicho gobierno y finalmente en un conflicto abierto que ha provocado una enorme devastación en el país.
A pesar de los esfuerzos internacionales para lograr un acercamiento entre las partes, incluidos contactos mediados por Estados Unidos y Arabia Saudí, las posturas del Ejército y las RSF siguen distanciadas, sin compromisos firmes siquiera para permitir la entrega segura de ayuda a la población, lo que ha limitado las operaciones humanitarias.
La guerra ha provocado el desplazamiento de más de diez millones de personas --más de 8,5 millones de desplazados internos y 1,8 millones de refugiados en la región--, lo que ha llevado al Alto Comisionado Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) a afirmar que tanto Sudán como los países vecinos "hacen frente a una de las mayores y más complejas crisis de desplazamiento en el mundo".
Olga Sarrado Mur, portavoz del organismo, ha dicho que "el conflicto ha destrozado la vida de la gente, provocando miedo y pérdida" y ha agregado que "los ataques contra civiles y la violencia sexual y de género relacionada con el conflicto continúa imparable, en violación del Derecho Internacional Humanitario". Asimismo, ha recordado que "las limitaciones de acceso, los riesgos de seguridad y los desafíos logísticos están dañando la respuesta humanitaria", que se encuentra además escasamente financiada por la comunidad internacional.
Por su parte, ONU Mujeres ha destacado que "las mujeres y los niños están soportando la mayor carga de la crisis", con 19 millones de niños en edad escolar fuera de los colegios y más de un centenar de informes sobre violencia de sexual, cifra que no recoge la amplitud de los casos que han tenido lugar en el marco del conflicto.
En esta misma línea, el director de World Vision en Sudán, John Makoni, ha asegurado que "Sudán es en la actualidad posiblemente el peor lugar del mundo para que viva un niño, debido al enorme número de niños y niñas afectados por el conflicto, pero también por los diferentes retos físicos y emocionales a los que se enfrentan". "La infancia está literalmente hambrienta, maltratada y traumatizada por lo que está viviendo y presenciando", ha argüido.
Continuo flujo de refugiados
La continuación del conflicto se ve reflejada en que miles de personas siguen huyendo del país, incluidas una media de 1.800 llegadas diarias a Sudán del Sur, que ya se encontraba haciendo frente a su propia crisis antes del conflicto y que en la actualidad está sometido a una "creciente presión" por estos flujos de refugiados.
La crisis ha tenido además un impacto sobre Chad, país que ha recibido a "el mayor flujo de refugiados de su historia", principalmente a zonas mal comunicadas cerca de la frontera con Sudán, lo que ha provocado que estas personas se asienten en campamentos improvisados que están "superpoblados" y que no cuentan con adecuadas condiciones de higiene, según detalló Mur Sarrado.
Los refugiados se han desplazado también buscando seguridad a República Centroafricana (RCA), Egipto y Etiopía, país que ya acogía a una de las mayores poblaciones de refugiados en África, lo que ha llevado a la comunidad internacional a alertar de que la falta de apoyo a estos países podría terminar por desestabilizar la situación en la región.
Sin embargo, el mayor impacto de la crisis está siendo soportado por la población que sigue en territorio sudanés, que se expone a convertirse en "la mayor crisis de hambre en el mundo", según alertó a principios de marzo la directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Cindy McCain, quien insistió en que "millones de vidas y la paz y la estabilidad de toda una región están en juego".
De esta forma, el PMA afirmó que más de 25 millones de personas en Sudán, Sudán del Sur y Chad "están atrapadas en una espiral de seguridad alimentaria en deterioro", especialmente debido a que el 90 por ciento de las personas que hacen frente a niveles de emergencia alimentaria están en zonas inaccesibles.
"Catástrofe colosal"
Asimismo, Médicos Sin Fronteras (MSF) ha sostenido que la de Sudán es "una de las peores crisis mundiales de las últimas décadas" y ha advertido de que el país africano hace frente "a una catástrofe colosal", por lo que ha recalcado que "permitir urgentemente el acceso seguro de la ayuda humanitaria es una cuestión de vida o muerte para millones de personas".
"La población sudanesa está sufriendo enormemente debido a los intensos combates, incluidos bombardeos, fuego de artillería y operaciones terrestres en zonas residenciales urbanas y aldeas, y a que el sistema de salud y los servicios básicos han colapsado en gran medida o han sido dañados por las partes enfrentadas", ha explicado la coordinadora general de la ONG en Sudán, Jean Stowell.
"Sólo entre el 20 y el 30 por ciento de los centros de salud siguen funcionando en Sudán, lo que significa que la disponibilidad de atención sanitaria para la población es extremadamente limitada en todo el país", ha explicado, al tiempo que ha insistido en que "a pesar de todo esto, existe un vacío humanitario extremadamente preocupante".
En esta línea, el director de la organización no gubernamental Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) en Sudán, Will Carter, ha afirmado que "un año desde el inicio de la guerra en Sudán, los civiles están sufriendo hambre, violencia sexual masiva, asesinatos por motivos étnico a gran escala y ejecuciones", pese a lo cual "el mundo sigue mirando para otro lado".
Carter ha sostenido además que el aniversario de esta guerra "supone un hito vergonzoso para las partes en conflicto y para la comunidad internacional por permitir que esta catástrofe haya empeorado". "La inminente hambruna debería haber forzado a las partes a permitir que la ayuda fluya, pero la realidad sobre el terreno refleja que sigue obstruida y que las potencias globales siguen indiferentes", ha lamentado.
Sin embargo, el fin de la guerra parece alejado, especialmente por las declaraciones de Al Burhan y 'Hemedti', quienes siguen primando la vía militar. De hecho, el jefe del Ejército afirmó recientemente que las Fuerzas Armadas mantendrán su ofensiva hasta que se recupere el control de "cada punto" del territorio sudanés y recalcó que no entregarán el poder a "traidores" y que los que no hayan apoyado a los militares no tendrán papel alguno en el futuro político.
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